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Avril Lavigne revive en el Cruïlla el punk-pop de la eterna juventud

Avril Lavigne revive en el Cruïlla el punk-pop de la eterna juventud



Salió Avril Lavigne a ejecutar el ritual de los bises, empezó a sonar ‘Head Above Water’, souvenir de aquel disco de rock cristiano que sacó hace unos años y, como entonces, la mitad del público se había esfumado. Próxima parada, Amaral. Lavigne, princesa (por un día) del punk pop adolescente de los primeros dosmil, ya había vaciado sus alforjas y había soltado ‘Sk8ter Boy’, así que buena parte de los asistentes a la tercera jornada del Cruïlla dieron el retorno de la canadiense por amortizado. ¿Para qué más? Casi veinte años hacía que no actuaba en Barcelona, pero en realidad es como si por ella no hubiese pasado el tiempo. Literalmente: salió al escenario con minifalda, medias de rejilla y el canto tirolés de ‘Girlfriend’ enmarcado entre corazones de color rosa y tibias piratas y, de repente, era 2007 en el Fòrum. En las pantallas, imágenes de la artista que se coló entre Britney Spears y Christina Aguilera haciendo la peineta y sacando petróleo, una refinería completa, del punk pop de centro comercial y radiofórmula. Electricidad generosa, colores chillones y el escenario central del Cruïlla convertido en parque de atracciones, pista de patinaje y confesionario adolescente. Todo a la vez al mismo tiempo. Como canta en ‘Here’s To Never Growin’ Up’, la cosa iba de celebrar la juventud y darse una atracón de nostalgia; de exhibirse como pieza de museo conservada en ámbar y permanentemente varada en la trágica y cataclísmica postadolescencia. Será por eso que, además de vaciar el cargador de hits, encerar el ‘All The Small Things’ de Blink-182 y moverse lo justo, tanto literal como metafóricamente, para cubrir el terreno que va de ‘Complicated’ y ‘Happy Ending’ a las más recientes ‘Bit Me’ o ‘Love It When You Hate Me’, Lavigne decidió dificultar sobremanera el trabajo de los fotógrafos de prensa y los envió lo más lejos posible. estrategia que, en un festival en el que cada asistente lleva un móvil en el bolsillo, vendría a ser como enfrentarse a un tsunami con un paraguas de bolsillo. De vuelta al escenario, hubo confeti, columnas de vapor e incluso llamaradas, pero faltó una pizca más de entrega, no digamos ya de entusiasmo. Su voz aún aguanta, sí, pero durante buena parte de la noche parecía funcionar en modo piloto automático. Nada que ver, por ejemplo, con la arrolladora y energética actuación que ofreció hace una de sus semanas Olivia Rodrigo, una de sus más ilustres seguidoras. O, sin salir del recinto del Fòrum, con la entrega de unos Amaral que salieron a escena a hacer exactamente lo mismo pero de una manera completamente diferente. Esto es: abrillantar su catálogo de grandes éxitos y regar al público con las melodías cristalinas de ‘Sin ti no soy nada’, ‘Días de verano’ o ‘Toda la noche en la calle’, las primeras en sonar. Otro viaje al pasado, sí, pero ejecutado con arrojo y contagiosa vitalidad. Cuestión de actitud. Horas antes, el Cruïlla ya había asistido a la última actuación en Barcelona de Rayden, inmerso en su gira de despedida, y se había empezado a desperezar con The Kooks, banda que hubiese sido (de hecho lo fue) el sueño húmedo del Festival del Benicàssim de hace tres lustros: luminoso pop inglés, estribillos coreables y un cantante con traje pero a pecho descubierto y con pinta de haberse pasado toda la secundaria dando la tabarra con el ‘Wonderwall’ de Oasis. Canciones balanceándose entre Brighton y California y las propiedades adhesivas de ‘She Moves in Her Own Way’ o ‘Naïve’ encargándose del resto.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-07-13 07:56:45

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