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El extraño castillo español de la piedra roja: un coloso inexpugnable erigido sobre un acantilado

El extraño castillo español de la piedra roja: un coloso inexpugnable erigido sobre un acantilado



No hay dedos en la mano –ni en los pies– para contar los fortalezas de nuestro país. Rafael Moreno García sostiene que el grupo al que pertenece, la ‘Asociación Española de Amigos de los Castillos’ (AEAC) , tiene registrados más de diez mil. ¡Y le parecen pocos! «Trabajamos para descubrir más», explica a ABC el director de la sección de investigación y divulgación del mismo grupo. Con unos números tan abultados, preguntarle por su favorito es un pellizco de monja. Responde que no lo tiene claro, pero sí señala uno que, aunque más desconocido que los Belmonte de rigor, «es imposible que no le guste a alguien»: el de Peracense . Cierto es que no cuenta con hechos de armas que relumbren en los libros; como mucho alguna refriega aislada. No se puede tener todo. Sin embargo, Moreno está convencido de que esta fortaleza, ubicada en el extremo meridional de la provincia de Teruel, esconde en sus corredores una mística que nada tendría que envidiar a la Camelot más mitológica. «Su belleza radica en varios factores. Entre ellos, la perfecta simbiosis entre la naturaleza y la obra del hombre», esgrime. Y es que este castillo roqueño –levantado a 1.400 metros de altura en la Sierra Menera, frontera natural ente Castilla y Aragón– supo aprovechar la elevación natural que le ofrecían los riscos para dominar el terreno y convertirse en inexpugnable. Moreno no se detiene; viene cargado de argumentos que demuestran el porqué esta construcción se encuentra entre las más bellas de España. Y uno de los principales es el material con el que se edificó: la piedra rodena, típica de la región. «Es de una arenisca que, en parte, contiene arcilla. Eso hace que, por un lado, sea muy fácil de trabajar, pero también que los muros adquieran un color característico: el rojo», sentencia. «Solo por ello ya debería hallarse entre los mejores de nuestro país», confirma. No fueron los cristianos los primeros en ver aquellos escarpados riscos como un bastión inexpugnable. «El de Peracense es el típico ejemplo de una superposición de fortificaciones a lo largo de la historia», apostilla Moreno. Las primeras de las que existen evidencias palpables se remontan a la Edad del Bronce, hace casi seis mil años, pero la inaccesibilidad de la sierra la aprovecharon de nuevo celtíberos y romanos. A los del ‘ gladius ‘, de hecho, les permitió proteger la extracción del hierro de las minas cercanas. A partir de entonces se pierde la pista de las posiciones defensivas levantadas en este roquedo. Al menos, hasta el siglo X, cuando fue fortificado por enésima vez para servir de baluarte a la taifa de Albarracín. Pero nuestro risco tuvo que aguardar todavía algunos siglos para que una fortaleza medieval de altos y gruesos muros luciera orgullosa, frente a los valles de los ríos Jiloca y Gallo, sobre sus espaldas. «El castillo actual se levantó sobre otro islámico a mediados del siglo XIV, durante la llamada Guerra de los Dos Pedros », añade el miembro de la AECE. Esta enfrentó al monarca de Aragón y Valencia –Pedro IV el Ceremonioso– con el de Castilla – Pedro I el Cruel – por un sinfín de razones como la conquista de Murcia; aunque eso, como se suele decir, es otra historia. «La fortaleza no combatió porque el frente se hallaba en Ródenas, a una decena de kilómetros. Podríamos decir que cumplió su función disuasoria», completa. El final del conflicto y el avance de la Reconquista condenó al olvido a la fortaleza roja. Durante décadas fue utilizada como prisión para reos más molestos de lo habitual, aunque en la más absoluta paz. Pero todo llega, y el castillo perdió su virginidad militar durante las guerras carlistas. «Los liberales lo ocuparon y lo prepararon para su uso militar en el siglo XIX. Abrieron aspilleras, prepararon algunas estancias… Las crónicas confirman que el general Polo intentó atacarlo, pero que no pudo tomarlo», completa el experto. Fue su único hecho de armas, y muchísimos siglos después de que fuese levantado. Pero el castillo de Peracense es mucho más que una pequeña fortaleza. «Está formado por tres recintos fortificados», añade Moreno. El exterior cuenta con un muro con tres torres y un almenado que envidiarían las fortalezas europeas. Todo ello, rodeado por un foso. El segundo, el intermedio, mantiene la planta irregular de su hermano mayor y está protegido por un murete de adarve y otros tres torreones huecos. El último recinto, el interior, es el más espectacular. «En uno de los extremos hay una roca gigantesca y muy alta. Encima de ella, otra fortificación a modo de torre del homenaje, aunque no es tal», dice Muñoz. En sus palabras, el acceso es un muro enorme de sillería, con la entrada en altura: «Hay que llegar a ella a través de una escalera que, antes, era un puente levadizo. Era el último bastión si el enemigo conquistaba el resto». Nunca fue necesario utilizarlo, pero, hoy, es la joya de este coloso rojizo.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-08-15 02:17:05

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