Ni el estreno ni la presión de la grada local hicieron mella en un Jannik Sinner que levanta el dedo para confirmar que quiere este título de maestro sí o sí después de ser finalista el año pasado. Con un recital de contundencia, inabordable desde el fondo e inapelable en sus ataques, anuló a Alex de Miñaur sin compasión. Y eso que hubo sorpresa al inicio porque es un break el que concede el héroe local en el tercer juego. Pero no se sorprende el italiano, que sabe de sobra cómo manejarse en estas situaciones y ofrece una exhibición de golpes duros, planos, directos y profundos con los que no solo le da la vuelta a la desventaja sino que empieza a empequeñecer al australiano. Ha manejado el de San Cándido un año de montaña rusa. Los mejores momentos, siete títulos, sus dos primeros Grand Slams (más Miami, Cincinnati, Shanghái, Róterdam y Halle). Los peores momentos, un positivo en marzo, una investigación encubierta, el descubrimiento de su dopaje en septiembre, las excusas, las críticas, la reclamación de la Agencia Mundial Antidopaje en octubre, todavía en suspenso su caso como un partido en el que no puede participar más que al resto. En esa marea, sigue a lo suyo en la pista. Quizá porque le desapareció la sonrisa, como dijo, se ha vuelto incluso más fuerte y más férreo. Así construye el relato de este estreno en la Copa de Maestros. El australiano, novato en esta pista, se desliza cuanto puede por la línea de fondo, a la caza de los cañonazos con los que lo bombardea Sinner, pero este Sinner es infatigable y golpea y golpea y golpea sin piedad. Es casi aburrido cuando logra entrar en ese estado mental de frialdad, de compenetración con la pista por muy rápida que esta sea, de concentración absoluta en la estrategia y en cómo ejecutarla. Casi aburrido porque sabes que va a terminar igual, con punto a su favor, pero hipnótico y, desde luego, admirable. Ha ganado el Abierto de Australia y el US Open, de pista rápida en pista rápida, por lo que aún tiene lagunas para alivio de los rivales. También tiene ese margen de mejora, para desesperación de los rivales. Desesperado ante el aluvión de golpes certeros e imposibles de devolver, o sutilezas imposibles que caían en la línea, acabó De Miñaur ese primer set. Sonriente en la salida a la pista, primeros focos de este torneo de la exclusividad para él, pero atormentado por ese ‘break’ en el tercer juego que no supo sostener. El castigo siguió en el segundo capítulo. El australiano tuvo un momento de respiro cuando se paró el partido por un aficionado que se encontró indispuesto. Ahí, de nuevo el Sinner de la cara amable, ofreciendo una botella de agua para que ayudaran al seguidor, que era atendido por los servicios médicos. Pero tenía en su mano tres bolas de break, esa versión temible del italiano que ya no dejó escapar. Sin desgastarse, que podía haber sido un triunfo al resto, Sinner se esperó a que su propio saque lo llevara en volandas hacia su primera victoria en esta Copa de Maestros que anhela para seguir aumentando el palmarés, para seguir despejando los fantasmas del dopaje, para seguir siendo el número 1 del mundo,
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Author : (abc)
Publish date : 2024-11-10 21:13:30
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