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Cómo aterrizar la Inteligencia Artificial en las empresas

Cómo aterrizar la Inteligencia Artificial en las empresas



Durante los últimos años he podido asistir y participar en numerosos foros y congresos cuya temática principal ha sido el rol de la innovación y la digitalización como piedra angular de la transformación de las organizaciones. Como así ocurrió en el último Congreso Europeo de Inteligencia Artificial en el que fui ponente. Algo que durante el congreso tildé de irrefutable, y que podríamos categorizar como evidencia, es que, históricamente, la innovación ha jugado un papel clave y positivo para el avance de la humanidad. Hoy en día, con la aparición de determinadas tecnologías disruptivas, como la inteligencia artificial, todavía más. La innovación continua y la gestión del cambio con éxito se han convertido en un hito o condición necesaria, aunque no suficiente, para la supervivencia de las empresas ante este nuevo escenario extremadamente dinámico, competitivo, turbulento y digital. Especialmente en sectores como el de la salud y el bienestar de las personas. Esta semana hablé de dos conceptos de actualidad: «disrupción e hibridación». Lo hice durante la clase que impartí en el Programa Superior de Consejero Externo Empresarial de la Universidad de Alicante. Concretamente en la asignatura de Transformación Digital. Master que aprovecho para poner en valor. Siempre desde una connotación positiva y dentro del contexto de la innovación, la acepción de disrupción supone un cambio contundente, enfocado a romper o reemplazar lo establecido, transformando la forma en que se hacían las cosas hasta su irrupción en el sector, en el mercado o en la organización. Así mismo, la hibridación radica en la combinación estratégica de diferentes enfoques, tecnologías, disciplinas, habilidades o culturas organizacionales para generar innovación, crear valor y obtener ventajas competitivas. Dicho lo que antecede, tanto en los congresos como en mis clases, enfaticé que, en sectores como el de la salud y el bienestar, el éxito surge de la capacidad de fusionar el legado tradicional con la innovación disruptiva. Solo aquellos que logren integrar el potencial del mundo digital con el expertís y know-how consolidado a lo largo de los años en su organización serán quienes marquen la diferencia. El éxito dependerá de dominar el arte de esta hibridación. La robótica, la nanotecnología, el internet de las cosas (IoT), la realidad virtual, la impresión 3D, el Big Data, la biometría, la genómica, los hologramas, la geolocalización, la gamificación, la inteligencia artificial, la nanotecnología o la computación cuántica están teniendo un gran impacto en la sociedad y lo están cambiando todo. Y, con el paso del tiempo, lo seguirán haciendo con mayor profusión. Si bien ningún sector empresarial, público o privado, es ajeno a este tsunami tecnológico, en el mundo de la medicina y el bienestar observamos uno de los mayores impactos. Para poder surfear esta gran ola y aprovechar su fuerza e impulso sin ser arrollados, es crucial gestionar la convergencia entre lo que hasta ahora ha definido el éxito de la empresa y el devenir digital. Por tanto, innovar en estos tiempos requiere integrar, complementar y abandonar la idea de la exclusión. Un factor esencial es la hibridación del talento humano con la utilidad de la tecnología disponible que emerge en cada momento de la historia. Como ocurre con la IA en la actualidad. Porque la innovación es cuestión de personas. Como suelo decir a los alumnos, en estos momentos «toca sorber y soplar a la vez». Hablando en el congreso de cómo la inteligencia artificial aporta valor en el sector de la salud y del bienestar, enuncié varias reflexiones que todo equipo debe realizar antes de su implementación. Incluso antes de la fase de experimentación o testeo. La primera reflexión es que la inteligencia artificial siempre debe de estar alineada con la visión, la misión y los valores de la organización. La segunda reflexión, implica que la IA no debe ser un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar un propósito. Y, en tercer lugar, que el límite lo tiene que marcar la ética; y convertirse en esa gran barrera inquebrantable. La cuarta reflexión nos lleva situar a las personas siempre en el centro. Partimos de la base de que el ser humano es insustituible e irremplazable. No olvidemos que la clave no está en la mera aplicación de estas tecnologías, el verdadero valor se encuentra en cómo se implementa, se ejecuta y el resultado generado. Entran en juego el concepto de la Inteligencia Ejecutiva de las personas. Recientemente he cursado el máster de Inteligencia Artificial Generativa Aplicada a la Transformación Digital en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Una de las temáticas clave del programa, también objeto de debate en el foro y en los ejercicios de discusión con mis compañeros, han sido las limitaciones de esta tecnología y la necesaria fiscalización humana. En la prestigiosa universidad internacional se enfatiza la importancia de la supervisión del ser humano para detectar las posibles ‘alucinaciones’ de la IA, es decir, resultados incorrectos, irrelevantes o inventados, así como para intentar corregir el inevitable riesgo de sesgo. Máxime, si estamos en el marco de la salud y el bienestar de las personas. En un mundo donde los desafíos en salud y bienestar son mayores, la integración de la inteligencia artificial y la innovación no solo es deseable, sino necesaria. La combinación del talento humano con las herramientas tecnológicas más avanzadas, como la IA, propician un enfoque holístico y personalizado que maximice el bienestar de cada individuo. Dicho lo que antecede, es de obligado cumplimiento que la ética impere a la hora de actuar; tanto en el fondo como en la forma. Especialmente en el sector de la salud y el bienestar de las personas. Enfaticé que, una vez el equipo haya realizado esas reflexiones y las haya adaptado a su organización, debe poner foco en cinco claves. Por cierto, su aplicación estratégica es universal y válida para cualquier tipo de organización y actividad. La primera es visualizar su propuesta de valor, tanto para la propia organización como para los actores con los que interactúa: saber qué valor aporta y a quién. Si lo extrapolamos al sector de la salud, es crucial identificar con precisión qué beneficios genera esta implementación de inteligencia artificial para nuestros pacientes, cómo mejora la experiencia de nuestro equipo de profesionales y qué impacto o externalidad positiva se deriva para nuestro entorno. La segunda clave es determinar si esa aportación de valor de la IA es realmente tangible o, por el contrario, abstracta e incluso efímera. Es de imperiosa necesidad que sea percibida de manera clara y sensible por todos los «stakeholders»; tanto internos como externos a la organización. La tercera clave deriva de la anterior, que sea medible: más allá de aportar un valor cualitativo, es indispensable también cuantitativo. Es decir, que genere datos y métricas, ya que estas actúan como un termómetro que mide objetivamente su impacto en nuestra organización. Es importante establecer, de forma previa, una estimación de cómo influirá en nuestra cuenta de resultados y, posteriormente, evaluar los resultados obtenidos. Esto incluye analizar las desviaciones entre lo esperado y lo realmente ocurrido. Para ello, la variable de inteligencia artificial debe integrarse en la ecuación de los KPIs estratégicos de la organización. Y es que la data es la brújula necesaria que nos guía durante el camino hacia hipótesis y escenarios proyectados. Nos proporciona la base para establecer objetivos coherentes, claros y alcanzables, al tiempo que nos facilita evaluar si estamos en la senda correcta, identificar posibles desviaciones y definir acciones correctivas cuando sea necesario. Otra clave, la cuarta, es la escalabilidad de la Inteligencia Artificial y su potencial alcance: ¿a cuántas personas beneficiará lo que hacemos? ¿A cuántos pacientes, profesionales o médicos ayudará? Es de vital importancia que sea escalable. Su planteamiento debe hacerse con «luces largas», desde el inicio, es decir con una visión global. Más allá de la pura acepción de sinergia (donde dos más dos suman cinco), el objetivo es aportar valor al máximo de personas con la máxima eficiencia. Lograr un impacto cuya proyección y dimensión sean exponenciales. Y, finalmente, la quinta clave es que sea monetizable. Independientemente de si estamos en una empresa pública o privada, toda implementación de inteligencia artificial en una organización debe, cuanto menos, generar recursos o, como mínimo, generar ahorro y eficiencia. La monetización permite a las organizaciones obtener un mayor músculo, lo que precipita que, a través de un modelo Bootstrapping, la IA pueda alcanzar esa escalabilidad de forma transversal dentro de la organización e internacionalmente. En este sentido, durante la sesión del master destaqué la importancia del ROI (Retorno de la Inversión) y el Payback Period (Período de Recuperación), dos indicadores clave en la evaluación de inversiones dentro de la estrategia de transformación digital. No olvidemos que los recursos son limitados e impera el coste de oportunidad comparativo con otros proyectos. Manuel Bonilla es director corporativo de innovación de SHA & AB Living Group, profesor y speaker



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Author : (abc)

Publish date : 2024-12-02 08:48:48

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