La figura de Pauline Viardot se va recuperando poco a poco, y no sólo en Sevilla, donde surge la saga con su padre, Manuel García, sino en todo el mundo. De hecho, en esta producción participa no sólo el Maestranza , sino también el Teatro Real de Madrid , el Cervantes de Málaga y la Fundación Ópera de Oviedo . Es la última obra de Pauline, y en ella parece concentrar algunas de sus cualidades más sobresalientes como cantante, pianista, compositora y hasta su controvertida faceta de musa y mujer seductora no tanto por su físico, sino por su extraordinaria personalidad, lo que la llevó a presentar una Cenicienta a la que no le costaba trabajo dar vida. La influencia de su padre fue decisiva desde luego, como ocurrió también con sus hermanos Manuel Patricio y María Malibrán , pero ella fue especialmente receptiva, como su intuyese que perdería a su padre a los 11 años. Pero desde luego dejó su impronta en ella, como las enseñanzas de Liszt o Chopin en el piano, como su aprendizaje vocal con su madre y hermanos, todo dentro de una vida bastante libre (formó un triángulo amoroso entre su marido Louis Viardot y un joven ruso, Ivan Tourgeniev , que dejó su país para instalarse en París en la misma parcela que los Viardot). Indudablemente fue una familia muy particular, como recoge el profesor Moreno Mengíbar en su libro ‘Los García’ , y no sólo sobre los citados, sino en una tercera y cuarta generación. Hemos de decir que de las versiones escuchadas de esta obra, pocas hacen justicia al pianismo hondo, cambiante, tornasolado, presente en la partitura , a veces dibujado por algunos intérpretes con demasiada ligereza. Por eso nos parece tan admirable el trabajo de Soriano , y no sólo por el límpido y sugerente enunciado del tema principal, sino desde la misma presentación de Cenicienta y sus hermanas, con un chispeante contrapunto en el que se envuelven las alocuciones de las tres junto al piano. Esto nos lleva a algo que ya planteábamos en el Concierto de Navidad de la ROSS y es ese posible inicial contacto con el Teatro de niños y mayores , con una acústica natural, sin amplificaciones, para un foro de 1800 personas, en el que se entendía cuanto se hablaba y donde, como decimos, destacó el piano de Soriano hasta el punto de pensar en un principio que estaba amplificado, cosa que quedó inmediatamente en una impresión. También en relación con esto es bueno realzar la programación en estas fechas estas producciones sobre cuentos a la vez que ópera , tejiendo ese fino hilo que lleva desde la infancia/adolescencia a la edad adulta. Pero para decirlo todo, y sabiendo que el dinero siempre está detrás de todo, la ausencia de los sobretítulos suponía un distanciamiento con los jóvenes, ya que a veces no se entendía las partes cantadas. Precisamente hoy los jóvenes tienen en sus colegios e institutos un tiempo para la lectura, tiempo que aquí se hubiese acuciado por una lectura muy rápida en algunas ocasiones, que compensaba con el interés del cuento. Sin embargo, en esta ocasión todo estaba traducido y aún así las partes cantadas se perdían con frecuencia, si acaso con la única excepción de Povedano (barón de Pictordú) , que cuidó mucho la dicción del texto, y eso que parecía que al hablar conseguía más proyección que cuando cantaba, aunque sólo decimos esto como una curiosidad y una impresión, porque su voz estuvo muy equilibrada. Acuña f ue creciendo, redondeando su registro , en principio algo tirante, aunque pensamos que se sintió cómoda con el rol protagonista, sobre todo cuando su voz alcanzó su plenitud. Sus hermanastras , Leguizamón y Cera , estuvieron correctas en su papel, y puede que por el carácter alocado y especialmente aculturado, sus voces quedaron menos claras con el texto cantado. Nos pareció que Gracia Bravo (Príncipe) canta con una voz digamos que muy natural, con poca impostación, lo que permitía mayor claridad de dicción, pero suponía un obstáculo para el ascenso a la zona más aguda. Mientras tanto Ramos (Barrigulo) fue un tenor convincente como chambelán, pero resultó su canto un tanto afectado en su asunción del rol de Príncipe (no sabemos si ha entendido así el papel o se lo han aconsejado). Seguramente las arias que más han trascendido siempre son las del Hada , seguramente por sus sobreagudos que marcan la diferencia con el resto de las arias. La verdad es que Silva los consiguió dar, aunque todavía le falta un tanto de estabilidad; aún así, no sólo los consigue alcanzar, sino que los mantiene generosamente, como el Si bemol del final, que el público novel interrumpió pensando que así terminaba la obra. Pero al margen de los generosos agudos, desde el primer momento nos pareció una voz seria, con cuerpo (algo opuesto a la ‘ligereza’ de su registro). En su aparición a María alcanza similar agudo (Sib) que hace descender una octava de fuerte a piano. No es frecuente, pero desde García padre siempre había ejercicios para todo tipo de situación. En el tercer acto, en el ‘Finale’ , en una especie de ‘fermata’, consiguió alcanzar dos notas también sobreagudas (Sib y Do de paso). Sin duda habrá que seguir su trayectoria porque ‘a priori’ resulta muy interesante. La dirección escénica pensamos que podía haber sacado más provecho a un tema tan conocido, máxime con el toque mágico, al margen de asignar colores muy vivos a las hermanastras, zapatos iluminados a Cenicienta, travestismo para esta de criada a princesa, lo que todo está muy bien para los niños, pero se puede más. La iluminación tuvo algunos momentos interesantes, como apuntar con haces de luz individualmente al sexteto, aunque se hubiera agradecido algo más de claridad general, siquiera en el baile de palacio. Pero lo importante fueron los grandes aplausos con que fueron premiados todos por un público mayoritariamente familiar que sin duda volverá en su mayor parte al Maestranza.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-12-28 01:11:56
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