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Los cuarteles de la Guardia Civil en Toledo entre 1845 y 1925



En marzo de 1844, en el reinado de Isabell II, un Real Decreto alumbró la «formación de la guardia civil». En mayo, la norma cambió con las mejoras indicadas por Francisco Javier Girón Ezpeleta, II duque de Ahumada que, entre otros aspectos, avisaba a los ayuntamientos facilitar casas-cuarteles para los guardias «con sus familias si las tuvieren». Pronto comenzaron los alistamientos, se fijaron doce tercios peninsulares y el reparto de fuerzas en cada provincia. La de Toledo se integró en el Primer Tercio, aunque pasó al Segundo, en 1861, con Ciudad Real y Cuenca En 1845 el despliegue en tierras toledanas tenía siete líneas con una treintena de puestos. En 1846 la provincia contaba con una compañía de Infantería, cuatro oficiales, cinco suboficiales, catorce cabos, un corneta y 120 guardias más una sección de caballería, estando presente, en 1852, en las doce cabezas de partido. Las disposiciones señalaban que en la capital de cada provincia estaría la jefatura con un número mayor de efectivos que solo vigilarían el contorno urbano, pues no había nacido como una fuerza urbana. Para este ámbito, desde 1833, existía el Cuerpo de Seguridad y Vigilancia, dependiente del Ministerio de la Gobernación. La primera comandancia de la Guardia Civil en Toledo se ubicó, en 1845, en la antigua Casa Profesa de los jesuitas que, desde 1836, pertenecía al Estado. Allí se encontraban el Gobierno Civil, los servicios de Hacienda, la Diputación y la Comisaría de Seguridad. En este inmueble, el instituto armado se llevó a un patio comunicado con la plaza de las Tendillas. El plano de Toledo de Coello-Hijón (1858) indica en ese punto: «Cuartel de la Guardia Civil». La planimetría de aquel el caserón, realizada por el Instituto Geográfico y Estadístico, en 1882, reitera allí la continuidad del Cuerpo y sus espacios: patios, habitaciones y las cuadras para la sección de Caballería.   El plano de Toledo de Coello-Hijón , también fechado en 1882, rotula en una manzana de la plaza de Santa Isabel dos establecimientos: el «excolegio de Santa Catalina, ruinas» y el «Cuartel de la Guardia Civil». Y es que aquí, desde 1520, estuvo el colegio que alumbraría la Universidad toledana, siendo devastado por las tropas napoleónicas en 1808. Enseguida , Antonio López de Ayala y Álvarez de Toledo , conde de Cedillo, cedió su contiguo palacio para restaurar la vida colegial que finalizaría en 1845. El inmueble se convirtió luego en una casa vecinal que, hacia 1880, el propietario alquiló a la Guardia Civil. Las estancias guardaban vestigios medievales y un patio del siglo XVI. El conjunto sería declarado Monumento histórico-artístico en 1931. Sin embargo, La Campana Gorda , en febrero de 1898, ya expuso el estado ruinoso de la finca. Pedía, «en breve plazo», desalojar la casa-cuartel y buscar otro lugar para la jefatura y las viviendas de los guardias. Sugirió al Ayuntamiento que aprovechase la ocasión y ofreciese algún edificio «improductivo» para ingresar las 3.500 pesetas anuales de alquiler que la Comandancia abonaba al conde de Cedillo. En marzo, la Guardia Civil publicó las condiciones para arrendar algún inmueble donde instalar cuarenta pabellones para guardias casados, dormitorios para solteros, comedor, aseos, oficinas, sala de armas, cuerpo de guardia, calabozo y cuadras. Se firmaría un contrato por veinte años con pagos de 3.249,96 pesetas anuales. Tras la ausencia de ofertas se recurrió a reformar el mismo local, pues la llegada de nuevos jefes precisaban más aposentos que mermaron la capacidad disponible. En la puerta de la Comandancia, en la plaza de Santa Isabel, acontecían las periódicas subastas de las armas requisadas. En junio de 1915 se supo que el cardenal Guisasola había comprado a los Cedillo aquel caserón para convertirlo en el futuro Seminario Menor. Así pues, la Benemérita se vio obligada a dejarlo en el mes de diciembre. Con prisas, el municipio asumió en 1916, en el capítulo de Imprevistos, un gasto de 200 pesetas parar alojar a los guardias solteros en el exconvento de la Trinidad, en la plaza del Salvador, que el Estado utilizaba como Zona de Reclutamiento. La falta de otras soluciones saltó a la prensa. El Día de Toledo calificó de vergonzoso que la Guardia Civil pudiera salir de la ciudad al no existir un alojamiento digno y adecuado. Aunque se acusaba al Ayuntamiento por su inacción, las dificultades provenían de la falta de edificios, terrenos y fondos destinados a comprar o incrementar el presupuestado que el Ministerio destinaba para alquileres. En enero de 1916 se realizó la mudanza de la Comandancia al número 1 de la plaza del Conde. Según un periódico, era una casa, «no todo lo suficientemente amplia», que conllevó ciertas obras y desembolsos de la «Caja del Cuerpo». Sin embargo, en octubre, la casa-cuartel ya se menciona en el número 38 de la plaza de los Zocodover, en los soportales, para verificar las subastas de armas que seguirían allí dos años más. En enero de 1917, la Comandancia anunció la construcción de un gran acuartelamiento en un terreno, de tres mil metros cuadrados, que cedía el Ayuntamiento al final del paseo de San Cristóbal. El proyecto no prosperó, si bien, en 1918, la dirección de la casa-cuartel estaba ahora a la calle de la Ciudad, 21. A principios de 1919, se notificó otro proyecto, también fallido, para adecuar el antiguo edificio hospitalario de San Juan de Dios, donde la Diputación abriría después la Maternidad. Una queja surgida en febrero de 1919 fue la falta de guardias para auxiliar a la seguridad de Toledo, pues el Cuerpo de Vigilancia, es decir la Policía, contaba con seis agentes en cada uno de los turnos diarios. Y es que, al saberse que la Guardia Civil ampliaría los efectivos de la provincia, la prensa pedía una dotación de veinticinco números de Caballería y un centenar de a pie, pues existían puestos con dos y tres guardias lo que contravenía las Ordenanzas. Finalmente, el incremento se centró en aumentar la Caballería hasta totalizar 140 números de tropa y 143 equinos, sin saberse nada del «necesario Cuartel de la Capital». En los años veinte, para desplegar la Benemérita en la provincia, se lograron convenios, donaciones y nuevas obras en varios pueblos. Entre otros, San Martín de Pusa, La Guardia, El Toboso, Navalcán, Navahermosa, Torrijos, Valmojado, Villacañas o Fuensalida. Sumidos en eternas dilaciones quedaron Talavera y Toledo. En esta última ciudad, en 1925, afloraría por fin una solución que reuniría la Comandancia y todos los efectivos. Sin embargo, aquel acuartelamiento tendría una corta vida. Desde 1936 la Guardia Civil seguiría de nuevo su éxodo por la ciudad buscando un lugar idóneo y estable. Esta etapa, hasta 2025, será objeto de un próximo artículo.



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Author : (abc)

Publish date : 2025-03-16 18:58:00

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