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Que sólo te quite el sueño lo que te da vida



Antes de nada, permitan una aclaración, y perdonen el trabalenguas, pero es que aquí, donde lo extraordinario es rutina, no hay otra forma de explicarse que enredándose: Una cosa es tener sueño, y otra muy distinta dejarse vencer por el sueño. Porque se puede estar ‘molío’, ‘agotao’, muerto y ‘matao’ después de transitar por la noche inabarcable de los días, esa en la que se retrasó hasta la eternidad, y no darle chance a la resaca, a la pereza. Porque el que ha muerto de verdad es el que manda, y aún sigue, antes de resucitar, recorriendo este rincón que acerca el suelo al cielo. Porque es tan potente lo que se ha removido en los cimientos de las entrañas que parar, que conciliar algo más que una cabezaíta, suena a error, a traición hacia esa letanía tan nuestra de que nunca se termina lo superior, de que siempre hay hueco para más. Apetito de posteridad. A lo que nos ocurre a los sevillanos todos los Viernes Santo los jóvenes lo llamamos ahora ‘Fomo’ , que por sus siglas en inglés significa ‘Fear of missing out’. Miedo a estar ausente. A perderse lo que sucede. A no presenciar los momentos que se paren para ser recordados. Y claro, nosotros que tenemos a lo inigualable doblando todas las esquinas, sin dar tregua, padecemos un fomo de caballo, por hacer el término más de aquí. Una cosa es la fatiga, el amodorramiento, y otra caer en la cuenta de que tienes la suerte de vivir en un sueño. Es ahí cuando el sueño, el de dormir, es una ilusión que se posterga. Y el sueño, el de soñar, una realidad al alcance del empeño. Una cosa es quedarse frito y otra querer terminar de retozarse en la gloria. Hubo quien optó por dosificar y recuperar energías, no los juzgamos. Pero también hubo muchos que se lanzaron a la calle luciendo unas ojeras que eran bolsones, monederos, en los que llevaban guardados los doblones de la magia. Porque sí, una cosa es que el cuerpo te pida cama y otra es que el alma te exija Triana. En esta ciudad hay una máxima: que sólo te quite el sueño lo que te da la vida. Ese es nuestro Carpe Diem, recordarnos que todo esto que está sucediendo es un suspiro. Como el que exhala ese vecino ilustre del viejo arrabal. El Viernes de las mayúsculas había amanecido, como de costumbre, otro año nuevo. Bostezaban hasta las aceras, pero al mediodía ya estaba abarrotado el Puente de Triana. En la calle San Jorge, esquina Callao, se cruzaban los antifaces negros de El Cachorro, ya en estación de penitencia, con los morados de la O, que seguían las reglas del camino más cortos. El cielo estaba como un plato de un azul pictórico, un plato rebañado, pues las nubes eran de una bechamel blanca que transmitía paz. Era un firmamento de introducción de Los Simpson, pero corría una brisa gustosa que, sin embargo, prometía frío al oscurecer. Un aire traicionero que removía ese pronóstico de que cuando la tarde alcanzase la noche pudiera alcanzarnos el agua. Avanzaba el cortejo por su barrio hecho pueblo, esperando a sus dos hermandades. Señora con Sketchers. Chavala con tatuaje en la crisma. Niña antojá por un globo de Bob esponja. No des más la murga. Niño sentado sobre un buzón de correos mordisqueando la pajita de un zumo de melocotón. Caca, no, tira eso ya. Y más bostezos que se apagaron de golpe cuando llegó el de la bocanada postrera, el que nos mira con el pecho mientras busca con sus pupilas a los que nosotros llevamos en el corazón. Rezar a El Cachorro es hablar con los que ya no están. Cuando La Virgen del Patrocinio avanzó y hubo pasado la Calle Castilla, dio el aldabonazo para que saliera una corporación que aguardaba la orden para cruzar tras Ella el rubicón que separa las dos orillas que separan lo sublime. En el Centro había más trajes y más corbatas de luto, pero sí que se notaba la menor afluencia de público, aunque fue creciendo a medida que avanzó la jornada. En la Iglesia conventual de San Buenaventura salía la Soledad frente a un gentío que se apelotonó en la estrechez de la calle Carlos Cañal. Sin embargo, al girar hacia Zaragoza, la Cruz de Guía iba sin apenas gente a los lados. Una madre acompañaba con una mochila abierta a cuestas, en la que se intuía un suculento bodegón de gusanitos y bocatas varios, a un chavea que iba dando golpes con su vara mientras preguntaba en qué tramo estaban sus hermanos. Se escuchaba de fondo el runrún de Las Cigarreras, que acompañaba al barco Carretero por la Plaza Nueva. En eso, llegó la Soledad, que pasó frente a la discoteca Bestiario. La imagen trajo una torpe metáfora a la cabeza de este cronista: ¿Cuántas veces hemos estado solos en compañía? Tiene ese poder esta Virgen de llevarte a los mundos de la reflexión. Otra de las cuestiones ineludibles que nos acechan al aventurarnos en el lago sombrío de su cara: ¿A dónde mira la Soledad, la que porta en sus manos las herramientas de la tortura de su hijo? Cualquiera diría que vuelan y se trasportan por Sevilla, en un viaje de amor, eso que proyectan sus pupilas en busca de ese hombre de la cava que visualiza su aflicción. El Jorobaíto cargaba la de carey mientras el aire hacía palpitar su túnica por Reyes Católicos. Se iba irguiendo el día mientras se consolidaban los primeros parones en los tramos. Y llegaba el azul de terciopelo de los antifaces de La Carretería a adueñarse del paisaje. Se incorporaban los rezagados, ya repuestos de la noche larga, cargando algo más un Casco Histórico por el que, aun así, se podía callejear con cierta fluidez. Recorre una sensación extraña, agridulce, esta Semana Santa que sabe a transición, a cambio de piel. Están quienes se quejan de que hay menos gente y arguyen que, pese a ello, se está matando la esencia de ver las procesiones en las calles, tanto por la laxitud con el tema de las sillitas, como por las lagunas en un protocolo de seguridad, vallas y líneas incluidas, que, paradójicamente, tachan de demasiado severo. Están quienes, por el contrario, creen que el cambio simple y llanamente es consecuencia de la mutación de la ciudad alrededor de los caprichos y deseos del turismo, que es a la vez bendición y condena. Y están, porque los hay, quienes tachan de chalados, alarmistas y agoreros a unos y a otros, y aseguran que esto siempre ha sido así. Con San Isidoro, La Mortaja y Montserrat habiendo iniciado ya sus respectivos itinerarios, llegaban noticias de que en El Aljarafe había empezado a llover. Se decía incluso que en Valencina de la Concepción lo hacía con cierta intensidad. No obstante, la jornada prosiguió con total normalidad su discurrir, dejándonos imágenes como la de Montserrat volviendo a pasar por El Postigo, o la de El Cachorro, absorbiendo la oscuridad de El Baratillo, como un niño que se va a despedir de un familiar con las maletas ya hechas antes de su Erasmus en Roma. El Jesús de las Tres Caídas que talló Alonso Martínez sostenía con su mano derecha el cansancio de unos hijos que lo veían cruzar diligente la Cuesta del Bacalao, rápido pero hondo, dándole sentido a las horas. Dimas y Gestas, en la Carretería y Montserrat, enmudecían comprobando que Dios ya no se dirigía a ellos, sino a ese pueblo que lo acompañaba, al que le decía sin palabras aquello de que pronto estarían con Él en el paraíso, que debe de ser algo así como una Sevilla en las nubes. El hijo de Dios descansaba ya en brazos de la Virgen de la Piedad mientras la ciudad se santiguaba. En las caras se atisbaba que todo empezaba a llegar a su fin. El debate de los retrasos En el gentío de las esperas y en el bullicio de los bares el tema del día fue el gigantesco retraso que acumularon todas las Hermandades de La Madrugá. Todo el mundo coincidía en que lo vivido en la noche del Jueves al Viernes Santo es insostenible. El desfasado número de nazarenos era uno de los principales motivos a los que se apuntaban como causante del desbarajuste que provocó que se acumulase más de una hora de demora en la Puerta de Palos. Sin duda, cuando el Domingo de Resurrección se cierren las puertas de Santa Marina, habrá que acometer un profundo debate para preservar el buen funcionamiento de la jornada más esperada de la mejor Semana Santa del mundo.



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Author : (abc)

Publish date : 2025-04-18 22:16:00

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