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Así resistió Palestina al genocidio de los mongoles: «No escaparéis al terror de nuestro Ejército»



Hasta la hazaña de aquel grupo de mamelucos en Palestina el 3 de septiembre de 1260, los mongoles eran invencibles. Aquello era consecuencia de los logros de Gengis Khan , que seis décadas antes había descendido de las estepas al norte del Gobi con una horda de guerreros sanguinarios, con el objetivo de conquistar el mundo. En primer lugar consiguió unir bajo su estandarte a todas las tribus de su pueblo, que hasta entonces se encontraban enfrentadas. En su posterior travesía, los jinetes mongoles arrasaron con todo lo que encontraron a su paso entre la península de Corea y el mar Negro, sembrando el terror y la muerte en todos los pueblos del continente que estaban en su camino. Se dice que Gengis acumuló una superficie de 33 millones de kilómetros cuadrados, convirtiéndose en el segundo mayor imperio de la historia en extensión. De hecho, hasta finales del siglo XIX nadie logró acumular tanto terreno. Su periodo de máximo apogeo fue el siglo XIII, momento en el que alcanzó los 110 millones de habitantes en un mundo mucho menos habitado que ahora. Esta cifra representaba el 25% de la población mundial. En 1260, los mongoles ocupaban China y Mongolia, parte de la actual Rusia, Turquía, Irán o Irak y gran parte de Europa oriental. Y seguían expandiéndose. Fue precisamente en el verano de ese año cuando cuatro enviados de Hulagu Khan, el sucesor de Gengis Khan, llegaron a El Cairo con una carta escrita en árabe y decorada con citas del Corán para más mofa de sus destinatarios. El mensaje para el sultán mameluco de Egipto, llamado Qutuz, era claro: si no se doblegaba a sus deseos y le dejaba conquistar el país, aniquilaría a todo su pueblo. Sus palabras exactas fueron: «No podéis escapar del terror de nuestros ejércitos. ¿A dónde huiríais? ¿Qué camino os permitiría escapar de nosotros? Nuestros caballos son rápidos. Nuestras espadas son como rayos. Nuestros corazones, duros como las montañas. Nuestros soldados, tan numerosos como los granos de arena. Las fortalezas no nos detendrán, ni las armas podrán pararnos. Vuestras oraciones a Dios no os servirán de nada contra nosotros. No nos conmueven las lágrimas ni nos emocionan los lamentos». Hulagu ya era conocido como «el terror del islam» y sabía perfectamente que podía exigir la sumisión completa de Egipto, tal y como había hecho con los otros pueblos. Por si había alguna duda, añadía: «Haremos pedazos vuestras mezquitas, revelaremos la debilidad de vuestro Dios y luego mataremos a vuestros hijos y a vuestros ancianos». No bromeaba. En los años anteriores no había retrocedido ni un milímetro en sus conquistas por Asia Occidental, dando muestras sobradas de su brutalidad. Especialmente, en Bagdad, que aplastó, saqueó e incendió, ejecutando a más de 100.000 habitantes. Las terribles noticias se extendieron rápidamente por Oriente Próximo y Europa. «Hasta ese momento, Bagdad había sido la más civilizada de las ciudades, pero tras el paso de Hulagu, se convirtió en una ruina con solo unos pocos habitantes que vivían entre el miedo, el hambre, la desdicha y la insignificancia», escribió Ibn Kathir, el cronista más famoso de la época. Continuó después en Siria, hasta llegar a las ciudades de Ascalón y Jerusalén. El nieto de Gengis Khan estableció entonces una guarnición de mil soldados en Palestina, en concreto en las poblaciones de Gaza y Nablus, donde protagonizó nuevas escenas de terror. Hulagu no se imaginaba que aquel movimiento le iba a costar la primera derrota de la historia del Imperio mongol, hasta ese momento considerado invencible. El Ejército mameluco penetró en Palestina el 26 de julio de 1260 y desbarató con facilidad la guarnición de Gaza. Siguió avanzando hacia Acre y el interior de Palestina con rumbo a Damasco. A medida que este gran contingente de cien mil soldados iba ganando terreno, se le unieron los guerreros beduinos sirios, provocando varias insurrecciones contra el invasor mongol. Con todos estos focos de resistencia en Palestina, los mamelucos pudieron elegir el campo de batalla y preparar sus fuerzas en Galilea para esperar a las temidas tropas mongolas. Qutuz, el mencionado destinatario de la carta amenazante enviada por Hulagu, marchó hacia Acre. El 2 de septiembre, cuando se enteró de que el gran teniente mongol Kitbuqa había cruzado el Río Jordán y penetrado en Galilea, cruzó Nazaret y posicionó sus fuerzas en Ain Yalut, un paraje ubicado en el Valle de Jezreel en Galilea y conocido como las «pozas de Goliat». Los dos bandos se encontraron en Ain Yalut el 3 de septiembre de 1260. Cada bando contaba con 20.000 soldados. Según Kirakos, había muchos armenios y georgianos en las filas de Kitbuqa. Según Smpad, otro historiador armenio de la época, fueron quinientos soldados armenios los que acompañaron a los mongoles, pero los dos ejércitos tenían composiciones parecidas, con unidades de arqueros a caballo, infantería de menor calidad y unidades de caballería de los aliados menos disciplinada y fiable. En lo que respecta a la caballería mameluca, estaba acompañaba también por una gran cantidad de peones egipcios mal equipados, caballería beduina y turca y aliados ayubíes y kurdos. Qutuz fue muy inteligente y ocultó el grueso de sus tropas, dejando como cebo unas cuantas unidades a la vanguardia de su Ejército. Colocó sus fuerzas en un terreno alto con el sol a sus espaldas, lo que le daba ventaja. La batalla se libró en la conocida como llanura de Esdrelón, que se inclinaba de tal manera que los mongoles estaban obligados a atacar cuesta arriba, mientras los mamelucos avanzaban con la pendiente a favor. Aunque los primeros consiguieron desbaratar el flanco izquierdo, Qutuz reanimó a sus tropas y emprendió un feroz contraataque junto con algunas de las reservas de caballería que había ocultado. Los mamelucos lograron finalmente rodear a las fuerzas mongolas. Al superarles en número, estas se vieron obligadas a retirarse. Además, Kitbuqa fue capturado, decapitado y su cadáver desmembrado. Muerto su jefe, los mongoles trataron de abandonar el campo de batalla y concentrarse en la cercana localidad de Beit She’an, pero fueron derrotados una vez más. Los que lograron escapar, fueron perseguidos por los jinetes mamelucos hasta derrotarles de nuevo en el combate cuerpo a cuerpo. «Según el historiador Ahmad Y Al-Hassan, durante la batalla de Ain Yalut, los mamelucos usaron un cañón contra los mongoles. Afirma que este fue el primer cañón de la historia y utilizó un método de pólvora casi idéntico a la composición ideal de la pólvora explosiva. Además, argumenta que esto no se supo en China o Europa hasta mucho después», cuentan Peter Skalfist, Daniel Mikelsten y Vasil Teigens en ‘Historia de las armas y de la tecnología militar desde sus inicios’ (Cambridge Stanford Books) La batalla de Ain Yalut marcó el inicio de la caída del Imperio mongol, tal y como apuntaba también el historiador John Keegan en su célebre ‘Historia de la guerra’ (Hutchinson, 1993): «Los mamelucos de Palestina ganaron la batalla decisiva en Ain Yalut en 1260, en virtud de la cual se erigieron en salvadores del mundo musulmán; y, en efecto, lo fueron, como también de casi todo el resto del mundo civilizado, cuyos adversarios eran esos mismos mongoles parientes del recién fallecido Gengis Khan, que habían destronado y asesinado al califa de Bagdad dos años antes, y a quienes ningún poder militar, ni siquiera los guerreros profesionales cristianos, instauradores del reino cruzado de Tierra Santa, había sido capaz de resistir».



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Author : (abc)

Publish date : 2025-10-27 01:47:00

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