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Juan del Val: «Para conocerme hay que leerme»



La noticia ya la conocen: Juan del Val (Madrid, 1970) ha ganado el premio Planeta. Ahora la novela, ‘ Vera. Una historia de amor ‘, llega a las librerías después de una presentación llena de flashes y aplausos en el Instituto Cervantes, y de una polémica muy española . El autor aparece en traje y sin corbata, muy impecable. —Se ha hablado mucho de su libro aún inédito. ¿Cómo ha vivido la polémica del premio? —Bueno, en cierto modo me lo esperaba. Lo que pasa es que ha sido demasiado previsible, creo. Lo he analizado todo, lo he visto todo. Y la verdad, al final todo cae por su propio peso. Se ha estado criticando el premio a una novela que no se había publicado, que nadie había podido leer. Bueno, pues ya está. Es verdad que en general el ruido que se ha generado ha sido a veces ensordecedor. Pero bueno, lo vivo todo, relativizo todo y con calma. —¿Es el precio de vivir bajo los focos ese tipo de ruido? —Pues supongo que sí, porque al final mucha gente ajusta cuentas que no tienen absolutamente nada que ver con lo que es el premio. También es cierto que cuando estás en el foco tienes que asumir determinadas cosas. Otras no tanto. Pero en principio que la gente hable es algo que tienes que aceptar cuando estás expuesto. —La protagonista tiene 45 años y redescubre el amor. ¿Sigue importando el amor a esas alturas? —Es un momento de cambios donde ya has tenido suficiente bagaje como para empezar a conocerte, sobre todo para saber más que lo que quieres, lo que no quieres. Y ese momento vital de las mujeres es algo que es bastante recurrente en mis novelas. También le pasa a Vera. Hay como una especie de intuición de que algo te estás perdiendo y ya tienes la madurez suficiente como para ir a buscarlo. —Dicho de otra forma, ¿es más interesante el amor a esa edad que en la adolescencia o la juventud? —Es distinto. Y no tiene por qué ser menos pasional, incluso. Porque al final el amor que tiene cierta intensidad es el que te remueve porque descubres algo. Da igual la edad que tengas. Evidentemente, con 14 o 15 años siempre estás descubriendo, no tienes experiencia. Con edad es más difícil que algo te sorprenda, pero siempre hay cosas que te pueden sorprender. —Ella tiene 10 años más que Antonio. Eso sigue siendo raro, ¿no? —Poco a poco eso va cambiando. Es verdad que estamos más acostumbrados a un hombre mayor que a una mujer un poco más joven. En este caso es al contrario, pero bueno, es una diferencia más de todas las que tienen. Tampoco es especialmente determinante. Es la posición social, la biografía de cada uno de los dos, lo que va marcando mucha distancia entre ellos. —¿La distancia del dinero importa más, entonces? —También hay una diferencia importante en la capacidad económica de ambos, tanto de Vera como de Antonio. Ella está en una situación de mayor privilegio que él. De lo que se trata es de que la diferencia no se convierta en una distancia. —¿Eso es posible fuera de las novelas? —Sí, sin duda. Yo lo que escribo casi siempre es verdad (sonríe). Verdad, verosímil y posible. Si no, no me interesa. No me interesa la ciencia ficción. Así que sí: es posible. Cuando tienes el suficiente autoconocimiento y generosidad no hay tanto problema con tener más o menos dinero. —¿Se revela en sus libros? —A mí, para conocerme hay que leerme. Evidentemente, cuando sales en televisión estás muy expuesto, te ve muchísima gente, pero es un mensaje corto. No digo que ese no sea yo: ese soy yo. Y con mayor o menor fortuna intento siempre ser honesto. Y el que se ve ahí es un personaje real, soy yo. Pero estoy verdaderamente incompleto. En donde a mí se me puede conocer es leyéndome. Ahí descubres muchas más cosas. En televisión, simplemente es que no da tiempo. —Sus novelas suceden en lo femenino. ¿Le leen más mujeres que hombres? —A mí me leen muchas más mujeres que hombres, como a todo el mundo. No tengo los porcentajes, pero las mujeres leen bastante más novelas que los hombres. Y no soy la excepción. Pero bueno, no considero que haga una literatura femenina. Tampoco sé muy bien lo que es eso ni si verdaderamente existe. —¿Y cómo es su rutina de escritor? —Bueno, la rutina es meterle horas y horas y horas, apetezca o no, sea el momento o no, sea el lugar o no. No llevo esquema: parto de una idea sobre lo que yo quiero contar y a partir de ahí lo voy contando. No tengo un esquema claro porque para mí también es muy importante que la novela me vaya sorprendiendo. De ahí viene el ritmo. Si tuviera que escribir una novela donde todo ya estuviera más o menos predeterminado, yo me aburriría. Se notaría mucho. —La literatura exige tiempo, calma y soledad. ¿No pide lo contrario que la televisión? —Son dos idiomas distintos, pero yo creo que ambos son comunicación. Lo que pasa es que el ejercicio de comunicación de la literatura es milagroso. Porque el audiovisual es algo mucho más directo, mucho más inmediato. En la literatura todas las sensaciones que se tienen escribiendo, luego el lector las vive un año y medio después, en un lugar completamente distinto, siendo muy diferente a ti. Es un ejercicio de comunicación brutal. Y sí: necesitas reposo, necesitas soledad. Es un ejercicio íntimo. La televisión no. —Decías en la presentación del libro que buscaba entretener. ¿Escribe contra el elitismo cultural? —No, yo no escribo en contra de nadie. Esto es un malentendido. La única cosa que dije en el discurso es que no se puede despreciar una novela porque sea comercial. A partir de ahí cada uno ha interpretado lo que ha querido y porque ha querido, evidentemente. Yo no estoy diciendo que lo comercial sea todo bueno, ni que lo que no se vende sea todo malo, pero nadie puede decir que algo comercial es malo en sí mismo, porque esto me parece una barbaridad, una aberración, y también te diría que es desconocer bastante la historia de la literatura. —Pero le preocupa entretener. —Claro, pero el entretenimiento también puede ser muy profundo. Yo creo que donde está el oficio de escritor es en convertir pensamientos complejos en algo sencillo de leer. Cuando alguien desprecia una novela porque es fácil, a mí me parece que es un indocumentado. Lo que no puede ser una novela es simple, y yo huyo de la simpleza, pero la facilidad me parece un valor a la hora de contar sentimientos o pensamientos complejos, y esto es una cosa que se tiene que hacer con mucho sacrificio y con mucho talento. A veces las novelas más farragosas son, en el fondo, bastante simples, y las novelas fáciles pueden ser bastante más profundas de lo que parecen. —Azaña dijo que la mejor forma de guardar un secreto en España era meterlo en un libro. ¿Usted guarda secretos en los libros? —En el momento que están en un libro ya dejan de ser secretos. Sigo teniendo muchos secretos, pero hay bastantes que ya están expuestos y la gente los conoce. —¿Tiene pudor al escribir? —No. Un escritor con pudor no es un escritor. —Es como un torero cobarde, ¿no? —Los toreros pueden tener miedo, pero no pueden ser cobardes. También es diferente tener miedo que ser cobarde. Son conceptos distintos, como también la facilidad y la simpleza, la humildad y la modestia. Y la sensibilidad y la cursilería. Hay un montón de cosas que no tienen nada que ver la una con la otra y a veces se confunden. Lo confunden los mediocres casi siempre.



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Author : (abc)

Publish date : 2025-11-04 16:27:00

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