Hace ya más de diez años, el azar o alguna otra fuerza quiso que un órgano del siglo XVIII procedente de Holanda terminara atravesando una Europa cubierta de nieve en un camión que lo transportó desmontado en varias cajas, y se instalara definitivamente en la única iglesia de la Gran Vía: el Real Oratorio de Caballero de Gracia. Desde entonces, su organista, Esteban Ortega, pelea por ir recuperando los elementos originales de este portentoso instrumento. El último ha sido un 'dulciaan', una especie de fagot que, según pruebas documentales, formaba parte del órgano cuando lo construyó su creador, Albertus van