El SIBO es desde hace tiempo una respuesta «multiusos» ante todo tipo de molestias: ¿Tienes hinchazón abdominal?, será el SIBO; ¿Sufres problemas digestivos?, la culpa es del SIBO; ¿Alternas episodios de diarrea con estreñimiento?, eso es que tienes SIBO… Y hasta los dolores de cabeza, las afecciones articulares o el insomnio se llegan a relacionar con el SIBO. Y puede que, en algunos casos, sí que esos síntomas estén relacionados con este trastorno pero no es un diagnóstico-respuesta que sirva para todo ni para todos. Por eso conviene precisar a qué hace referencia este término que corresponde a las siglas en inglés de «Small Intestine Bacterial Overgrowth» o «sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado», si se expresa en castellano. Se da la circunstancia de que el intestino delgado , por norma general, no suele tener colonización bacteriana, salvo pequeñas colonias fermentadoras, mientras que el intestino grueso sí que suele tener mayor cantidad. Por eso cuando se menciona el SIBO en realidad de lo que se está hablando es de algo menos común, que es que haya bacterias en el intestino delgado proximal o de que se haya producido la colonización por parte de bacterias anormales, como puede ser bacterias productoras de hidrógeno, de metano o ambas, como precisan las nutricionistas Patricia Martínez y Gabriela Retana, profesoras de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «El sobrecrecimiento de bacterias productoras de hidrógeno (SIBO) o el sobrecrecimiento metanógeno intestinal (IMO) puede producirse si esas bacterias colónicas han migrado o si existe una permeabilidad intestinal afectada », explican las expertas del máster universitario de Alimentación Saludable y Sostenible y del máster universitario de Alimentación en la Actividad Física y el Deporte de la UOC. Por tanto, existen por un lado las bacterias por hidrógeno (del género ‘Streptococcus’, ‘Staphylococcus’, ‘Bacteroides’ o ‘Lactobacillus’) que son las que se dan cuando hablamos de SIBO, y, por otro, las bacterias por metano por las que hablamos de IMO (producido principalmente por ‘Methanobrevibacter smithii’). Incluso puede haber un sobrecrecimiento de hongos en el intestino delgado, en cuyo caso hablamos de SIFO. Los síntomas del SIBO y del IMO pueden estar relacionados con los nutrientes mal absorbidos y cambios de permeabilidad o con las consecuencias nutricionales de malabsorción . «En el primer caso, los más comunes son dolor abdominal , diarrea o deposiciones alternantes , heces pálidas, distensión abdominal, flatulencias y eructos . También esteatorrea (más grave) y algunos signos de intolerancia a la lactosa», señala Martínez. Por otro lado, las consecuencias nutricionales de malabsorción pueden provocar una lesión epitelio intestinal, disminución de la ingesta de alimentos por la presencia de síntomas gastrointestinales , deficiencia de B12 y anemia, absorción deficiente de vitaminas A, D y E. El SIBO también provoca efectos sistémicos de la inflamación y activación inmunitaria , como dolor corporal y fatiga . Según explica Retana, la mayoría de los pacientes aseguran que tienen mala tolerancia a casi todos los alimentos, dando como consecuencia efectos psicológicos (ansiedad, estrés, depresión) y de aislamiento social. Los síntomas crónicos ya mencionados (dolor abdominal, distensión, diarrea o estreñimiento) pueden causar malestar constante y la fatiga y la debilidad causada por la malabsorción puede limitar la capacidad de realizar actividades diarias. «Tras identificar síntomas compatibles en la consulta, se realizan pruebas de laboratorio (anemia, vitamina B12, etc.), pruebas radiológicas (anomalías anatómicas) y de cuantificación del crecimiento bacteriano (muy costosa). También se recomienda hacer una prueba de lactulosa, que es un método menos invasivo y costoso que consiste en pruebas de aliento de hidrógeno y metano», explican las expertas. Una vez que se obtienen los resultados, tanto positivos como negativos, es conveniente consultar a un médico de medicina general para la puesta en marcha de un tratamiento farmacológico (que se personaliza dependiendo del diagnóstico de SIBO, IMO o SIFO), un tratamiento probiótico (con evidencia limitada, según aclaran las expertas) y la realización de pruebas de valoración final. «A veces los pacientes ya vienen diagnosticados y en ese caso se procede directamente con la pauta dietética», añaden. La alimentación juega un papel importante en el manejo del SIBO, ya que según aclaran las expertas el abordaje nutricional es esencial para evitar la desnutrición, pérdida de peso y deficiencia de nutrientes. El objetivo de la pauta nutricional es conseguir un alivio sintomático y eliminar el crecimiento bacteriano excesivo . «En este sentido, la dieta baja en FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables) es una de las pautas nutricionales que da mejores resultados, ya que las bacterias mueren por inanición», apunta Retana. La principal recomendación es restringir el consumo de alimentos que contienen FODMAP , como por ejemplo, ajo, cebolla, pimiento verde, manzana, melón, sandía, lácteos, etc. Es importante hacer una valoración precisa para contabilizar bien los alimentos que contienen FODMAP (fructosa, lactosa, manitol, sorbitol, GOS y fructanos) en el cómputo total del diseño de la dieta elaborada. «Para ello, se recomienda seguir un protocolo de cuatro meses con cinco fases: fase estricta 1, fase estricta 2, fase de reintroducción 1 y reintroducción 2 y, por último, una dieta personalizada equilibrada. Todo ello con una atención médica continuada y con la exclusión temporal de alimentos con FODMAP (no más de 6 u 8 semanas)», aconsejan las nutricionistas. Por último conviene aclarar que el SIBO acompaña a menudo a otras afecciones gastrointestinales. «Numerosos estudios describen la aparición simultánea de SIBO y síndrome de intestino irritable , siendo ambos trastornos estimuladores del sistema inmunológico, lo que hacen que aumenten las citoquinas proinflamatorias en la mucosa intestinal, aumentando así su permeabilidad. Una mayor incidencia de SIBO también se asocia con enfermedades inflamatorias intestinales y con la enfermedad de Crohn en concreto», remarca Martínez. Las investigaciones sugieren que el SIBO puede acompañar también a la enfermedad celíaca , pues los problemas de motilidad intestinal durante la enfermedad celíaca pueden llegar a ser los causantes del crecimiento excesivo de bacterias.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-08-27 15:14:04
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