Hace más de una década que los trabajos del profesor, periodista y escritor Fernando Fernández Rego recopilan, ordenan y desnudan los recovecos de la escena musical gallega. Su investigación perenne se materializaba por última vez en el libro ‘Unha historia da música en Galicia. 1952-2018’ (Galaxia, 2019); y, ahora, el cerco se cierra para diseccionar una década concreta: la de los ochenta. Porque cientos de relatos, de trayectorias menos afines a las principales corrientes de la época –aquella famosa Movida madrileña– y «más periféricas, más contraculturales, más underground», se quedaron por el camino. A golpe de testimonio y estampa rescatada, ‘Anos 80. Movida, Atlantismo, Vangardismo, Underground’ (Galaxia) propone volver a hablar de aquellas historias, carreras y vidas que articularon una década pero acabaron soterradas por el tiempo. Y, a la vez, compendiar el aluvión cultural que en apenas diez años desbordó Galicia. Porque su panorama no fue ajeno al desenfreno social y a la explosión creativa que definió los ochenta a gran escala. Pero, frente al escaparate de ‘drogas, sexo y rock and roll’ que imperaba en gran parte del país, un «telón de grelos» tornaba la Comunidad gallega en cuna de vanguardias que serían eclipsadas; pero que existieron y dejaron marca, como bien deja constancia este libro. Así se configuró, de cierta manera, una edad dorada para la expresión cultural; un caldo de cultivo de artistas y bandas que mantenían relaciones de amistad entre bastidores, que crecían y avanzaban juntas, no sin dificultades. Y, con ellas, su ecosistema. «Hay momentos en la Historia en los que una generación quiere matar a las anteriores, hacer algo totalmente [distinto], desvincularse en cierto modo. Ycreo que fue un poco lo que pasó en esta época: que surgió gente con unas ideas renovadoras y que, lo más importante de todo, las llevó a cabo. Lo hicieron con los medios que tenían, pero lo hicieron», con la industria musical gallega aún gestándose, «y, sobre todo, confluyeron», relata Fernández Rego a ABC. El ferrolano pone en valor la «interconexión» que entonces compartían los artistas y que hoy, lamenta, «se echa de menos». «Con el libro quería dar esa idea de que Galicia era un conjunto», según este punto de vista, pero que a la vez veían la luz «escenas más deslocalizadas». A sus representantes los unían las realidades que les tocó vivir: más allá del final del franquismo y el aperturismo, que se sintieron en toda España, el recorrido del libro pasa por la contracultura en torno a la reconversión naval en Ferrol, con Terminal Norte o Los Limones; la impronta lucense en el garage con Los Contentos, «malditos pioneros» del género que extendería Nirvana en los noventa; o la reinterpretación ‘con retranca’ de las influencias internacionales del momento, como el punk, el pop o incluso el heavy, desde O Porriño (Supermiembro) hasta Monforte (Yellow Pixoliñas), a lo largo y ancho del extrarradio gallego. Talento, también, lejos de las urbes, de Vigo o La Coruña, y de exponentes como Radio Océano. «Tenemos que reivindicar lo nuestro. La cultura popular debe tener un prestigio que sigue faltando, no en Galicia, en España en general» y que, resume, sí existe en otros países en los que «el artista es artista toda su vida». Esa propuesta de recuperación la pone en práctica en este último libro, que ilustra –tras una intensa labor arqueológica– con una vasta hemeroteca gráfica de fotografías, carteles e iconos de la época. Porque «sigue faltando mucha bibliografía de la escena gallega» de aquellos años, lo sabe bien el escritor: «De la Movida madrileña hay decenas de libros y de todo tipo, hasta guías turísticas o de recetas. Sin embargo, de la escena gallega, este es el primer libro que abarca los ochenta en su conjunto». Lo dice con más pesar por ese hecho que orgullo por su trabajo reciente. Cita y reivindica proyectos con enfoques similares, aunque de espectro más reducido: el libro ‘Vigo a 80 revolucións por minuto: unha crónica da movida’ (Xerais, 2011); o la exposición que dedica a esa década Víctor de las Heras, también en torno al panorama olívico –floreciente y plagada de corrientes más allá de las musicales, como con la plástica del Grupo Atlántica–; «pero faltaba ese aspecto más global», considera el ferrolano. Su propósito fue documentar «todo lo que pasó» en una escena mucho menos multitudinaria que la que tenemos hoy. «No había internet, el acceso era mucho más limitado. La gente iba a Londres a comprar vinilos. Copiaba copias de copias de cassettes para escuchar determinadas cosas, o esperaban a que las pusieran en la radio». Y, pese al amplísimo repositorio digital del presente, en internet «está lo que está». «Quise hacer una lista en Spotify con las canciones de este libro y solo pude meter a quince grupos. Los demás no están, y no existen en la red prácticamente», comparte con disgusto. Conviene, a su juicio, dar un giro de timón en las políticas de conservación musical que mire hacia mercados como el anglosajón, en el que habitualmente se remasterizan discos enteros, por ejemplo, cuando llega su aniversario, con una edición «cuádruple, con temas extras e igual hasta demos inéditas». No solo es necesario preservar la obra gallega, sino la voluntad para protegerla. Es lo que el autor reivindica con sus libros, y lo que hace con este también: traer de vuelta a esa enorme piña de artistas. Cientos de historias olvidadas se plasman para la posteridad en lo último de Fernández Rego.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-12-07 09:12:44
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