El arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, ha presidido este lunes la misa funeral por las víctimas de la DANA celebrada en la catedral de Valencia, a la que han asistido los Reyes, representantes del Gobierno, presidentes de comunidades autónomas y familiares de las víctimas. Lee a continuación el texto completo. 1. Una celebración de oración Queridos hermanos: nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía con ocasión de las inundaciones que hemos vivido en distintas comarcas de nuestra archidiócesis con una única finalidad: orar por los difuntos pidiendo a Dios que lleguen a contemplar la belleza de su gloria y por los desaparecidos para que todos, especialmente sus familias, lleguemos pronto a conocer con certeza su situación y escuchar juntos la Palabra de Dios, que es una palabra que nos ilumina en todos los momentos de nuestra vida, y de una manera especial, en situaciones tan difíciles como las que estamos viviendo. Queremos también en este momento de oración, unirnos al dolor que estáis viviendo las familias por el fallecimiento de vuestros seres queridos o por la incerteza que estáis viviendo en el caso de los desaparecidos que no han sido localizados. No queremos olvidar a los que, de un modo u otro se han visto afectados por estos acontecimientos: los que se han visto afectados en su trabajo, quienes en estos momentos no tienen un hogar donde vivir dignamente, los niños y jóvenes que han visto interrumpido su proceso educativo, todos aquellos que están sufriendo de cualquier forma las consecuencias de estas inundaciones. Nuestra celebración tiene un carácter estrictamente eclesial. Como Iglesia hemos sufrido las consecuencias de este acontecimiento: personas que participaban habitualmente en la vida de nuestras parroquias o que simplemente compartían nuestra fe son víctimas de esta tragedia; la vida de nuestras parroquias se ha visto alterada, al igual que la vida de nuestros pueblos y ciudades. Todos hemos compartido una misma experiencia y, como nos sentimos hermanos de todos, a todos los queremos incluir en nuestra oración. No hemos pretendido hacer otra cosa al convocar esta celebración: como iglesia diocesana hemos querido manifestar que compartimos el sufrimiento de todos, que queremos estar cerca de todos, y que queremos orar por todos. Como Iglesia no podemos ser indiferentes ante el sufrimiento, y estamos llamados a ofrecer a todos el consuelo de Cristo. Cuando he visitado las localidades afectadas he percibido la tristeza de las miradas, el dolor y el sufrimiento de muchas personas. Ante esto no podemos quedar indiferentes. Como Iglesia hemos querido acompañar a todos, ayudar en la medida de nuestras posibilidades. Lo hemos querido hacer y lo continuaremos haciendo mientras sea necesario. En este momento quiero agradecer de nuevo los gestos y palabras del papa Francisco, que nos han confortado a todos; los testimonios de las parroquias, grupos de jóvenes, instituciones eclesiales, sacerdotes y religiosos… que han querido ponerse al servicio de los que están sufriendo. Ciertamente no hemos sido los únicos. Otros lo han hecho desde sus propias convicciones y nos tenemos que alegrar por ello, porque el bien ha de ser valorado venga de donde venga y esta experiencia de cercanía a los que sufren nos ha ayudado a sentirnos hermanos de todos. Pero a menudo sentimos que nuestros gestos y palabras no bastan. Hay dolores que no podemos curar. En muchos momentos nos encontramos con personas que no podemos liberarlas de su cruz, únicamente podemos ayudarlas a llevarla. En estos casos, los cristianos anunciamos que únicamente en Cristo podemos encontrar el consuelo y que nuestra misión es llevar a las personas a Cristo para que encuentren en él la paz que necesitan. Es lo que hicieron aquellos hombres del evangelio que se ha proclamado, que no fueron indiferentes ante el sufrimiento del paralítico y, como ellos no podían curarlo, lo llevaron hasta Cristo, para que pudiera recibir de Él el consuelo y la esperanza. Esta celebración orante es un gesto de cercanía: le pedimos al Señor que conceda el descanso a nuestros hermanos difuntos, el consuelo a las familias de los desaparecidos, la esperanza a todos los que están viviendo las consecuencias de estas inundaciones. Para nosotros los cristianos la oración es un acto de amor: a quienes tenemos en el corazón, los ponemos en la presencia de Dios. La oración es un gesto de amor que nace del corazón y que tiende a que Dios toque el corazón del otro. En el Evangelio que se ha proclamado, el señor no se limita a curar al paralítico, también sana su corazón. En nuestra oración le pedimos también al Señor que sane nuestro corazón: que ponga luz donde hay oscuridad, esperanza donde hay desesperación, paz donde haya división, amor donde hay odio y perdón donde haya ofensa. 2. El desierto florecerá El tiempo de Adviento es un tiempo de esperanza. La esperanza debe iluminar nuestra vida incluso en los momentos más difíciles. Sabemos que el dolor nunca tiene la última palabra. En los acontecimientos tan dramáticos que hemos vivido, hemos visto muchos signos de esperanza, muchas personas que han fortalecido las manos débiles, que han animado a los inquietos y les han dicho: «sed fuertes, no temáis», personas que han puesto gestos de alegría en medio de tanto sufrimiento. Son como pequeños brotes en medio de un desierto. Hemos tenido una experiencia de solidaridad que ha sacado a la luz lo mejor que hay en el corazón del ser humano: ha habido personas que en las horas más dramáticas han arriesgado su vida para salvar la de los demás; hemos visto la solidaridad de asociaciones e instituciones, entre las que hay que mencionar a la Iglesia, que han ofrecido sus locales e instalaciones para acoger a los afectados y ofrecerles lo que necesitaban en los primeros momentos; el testimonio de los miles y miles de voluntarios, muchos de ellos jóvenes que, de una manera espontánea, se han ofrecido para ayudar a los afectados; la profesionalidad de los cuerpos de seguridad y de muchos servidores públicos venidos de toda España, que no se han limitado a realizar su trabajo, sino que lo han hecho con un auténtico espíritu de servicio y entrega. Todo esto es una manera de acercarse a todos los que están sufriendo para aliviar en lo posible su dolor, para sembrar esperanza en su corazón. A todos ellos no solo hemos de agradecerles lo que han hecho. Lo más importante es lo que nos han enseñado y todos deberíamos aprender: que la auténtica solidaridad en la de aquellos que ponen a las personas que sufren en el centro de su acción y se olvidan de sí mismos y de sus intereses. Una solidaridad cristiana es una solidaridad desinteresada. Durante estas semanas, muchas personas os han dicho «Sed fuertes. No temáis» y os habéis sentido acompañados por ellas. Hoy queremos también deciros que además de nuestra cercanía no dudéis de que Cristo también está junto a vosotros. 3. Ponte en pie Cuando el Señor ha curado al paralítico le dice: «ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa». Esta exhortación también está dirigida a nosotros. El sufrimiento se superará si juntos somos capaces de ponernos en pie, de mirar el futuro con esperanza, de unir nuestras fuerzas en favor de los más golpeados por la tragedia. En esta Eucaristía le pedimos al Señor que las dificultades no nos lleven a caer en la insolidaridad, que las diferencias no lleguen a convertirse en divisiones, que las perspectivas distintas a la hora de afrontar los problemas no perjudiquen a los más necesitados, que los intereses propios no prevalezcan sobre el bien común. Solo así podremos mirar el futuro con esperanza, solo así nos podremos levantar de nuestra postración. Este debería ser un fruto en el corazón de todos los que os habéis querido sumar a esta celebración 4. Virgen de los Desamparados Al lado de la cruz de Jesús está su Madre. Durante estos días los valencianos, y también el Santo Padre, le hemos dirigido nuestras miradas llenas de amor. La imagen que hoy preside nuestra celebración ha visitado algunos del pueblos afectados. Ella compartió el sufrimiento de su Hijo y comparte también el sufrimiento de todos los que sufren en estos momentos. Pero ella en la cruz no es únicamente una mujer que sufre, es una mujer creyente: en ese momento su fe es más fuerte que su dolor. No nos fijemos únicamente en su dolor, fijémonos en su fe: ella vive con la certeza que Dios no abandona a su Hijo. Que todos los afectados tengan también la certeza que Dios no ha dejado de amarlos y que no han sido abandonados por Él. Aquí en Valencia la invocamos como Madre de los Desamparados. Su imagen, que preside esta celebración ha visitado algunos pueblos afectados. Los que más sufren son los que ocupan el primer lugar en su corazón. Ella, que fue la que más cerca estuvo de su Hijo en el momento de la cruz, es la que está hoy más cerca de todos los que sufren. Que todos lleguéis a experimentar su consuelo y su protección maternal. Amén.
Source link : https://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/pedimos-senor-ponga-amor-odio-perdon-ofensa-20241209194313-nt.html
Author : (abc)
Publish date : 2024-12-09 18:43:43
Copyright for syndicated content belongs to the linked Source.