Las ‘Sonatas y Partitas para violín solo’ de Bach representan el sueño de todo gran violinista que se precie; sin embargo, a la vez personifica una enorme pesadilla para la mayoría de ellos, al aunar las enormes dificultades técnicas que plantea con el significado último de cada planteamiento. Hablamos de un Bach de unos 35 años, con un genio creativo expansivo y que, aunque su fama habitualmente se relaciona con el clave y el órgano, el violín fue el instrumento que tocó durante toda su vida y que conocía hasta sus últimas posibilidades, como muestran las obras presentadas. Además, suponen un reto físico, por la intensidad musical que proyectan y el esfuerzo por lograr superar todos sus aprietos. Y nos preguntamos ¿qué lleva a un gran violinista como Biondi a asumir en directo semejante desafío? Podemos entender por qué las grabó en 2021, si recordamos que la pandemia llevó a replantearnos todo en todo ese tiempo extremo. Como él mismo expresaba en las notas que acompañan al mencionado disco: «ahora, a la avanzada edad de sesenta años, aprovechando la pandemia que ha suspendido el tiempo, truncado expectativas y cerrado salas, me he dado el tiempo necesario para reflexionar». De acuerdo, para el disco. En cambio, el directo es otra cosa, y exige de esta obra considerada como cénit del arte, un estado de gracia permanente durante las dos horas que suele durar su interpretación, y en donde se concentra todo la maestría de tocar el violín. Esto se logró en contados momentos, como en la ‘Partita para violín solo nº2’ en Re menor BWV 1004 , que oíamos tras el descanso, una vez más. Alguna vez hemos comentado que los primeros compases de un concierto vislumbran la mayoría de las sensaciones que nos esperan; pero también hemos dejado constancia del milagro que puede ocurrir en el descanso de un concierto. Así que recorrimos el camino desde un comienzo patético desde el ‘Adagio’ de la ‘Sonata para violín solo nº1’ en Sol menor BWV 1001 , en donde el arco rozaba incoloramente las cuerdas -incluso hasta el punto de que ‘pitaran’-, con arcadas amplias de notas que desdibujaban toda articulación de carácter, de raza, a la vez que no cerraba las frases sino que, sin levantar el arco, unía unas con otras, y exponía escasa definición de la melodía con respecto a la nota grave, representante de la armonía, cuya simultaneidad era uno de los retos a batir, junto con el del contrapunto. Este, con una presencia obligada en las fugas, estuvo entre los momentos más comprometidos para el violinista, pues aunque una cierta flexibilidad en el ‘tempo’ parece casi obligado en pos de una cierta expresividad, lo cierto es que esos momentos solían coincidir con la presencia del contrapunto más encrespado, que casi nos hicieron creer que se trataba de un alumno aventajado. En la ‘Partita para violín solo nº1’ en Si menor BWV 1002 destacó la rapidez de algunos tiempos, especialmente el de la ‘Double’ de la ‘Sarabande’, bastante más rápida que su propia versión en el disco. Esto es algo normal, ya que el artista desde que grabó la partita puede verlo hoy de otra manera; pero el aumento de velocidad sin aparente razón suele apuntar a desviar nuestra atención de esos cruces de voces endemoniados, esos pasajes desprovistos de expresión que nos hacían ‘desconectar’ momentáneamente de la pieza. Notamos una mejoría en la ‘Sonata para violín solo nº2’ en La menor BWV 1003 , con más contraste sobre todo en dinámicas y tiempos. Pero de nuevo se encontró con la ‘Fuga’ que aparece en el segundo tiempo de todas las sonatas, y se enredó en una interpretación marrullera, en el que le resultaba difícil mantener la independencia de las voces, si bien hacia el final logró recuperar el pulso antes de que terminara el movimiento. El ‘Allegro’ final volvió a acelerar el paso con un ‘tempo’ superior al que Biondi estimó en el disco. Insistimos: es lícito, pero llama la atención que se aceleren los tiempos ya de por sí rápidos, y más al término de la sonata y de la primera parte del recital. Como decíamos, tras el descanso pudimos oír la pieza mejor terminada del concierto, la más redonda. Desde la ‘Allemanda’ ya se advertía un sonido distinto, más luminoso, con división de melodía y nota base del bajo que justifica la popularidad de la partita y así siguió hasta alcanzar los minuetos , donde ya reconocíamos a Bach, o la famosa ‘ Ciaccona’ , con un tono dramático, intenso, brusco, si se quiere, con melodías sobre golpes lacerantes. Sinceramente reconocíamos al maestro en este largo y maravilloso pasaje de una belleza que destaca incluso dentro de las seis piezas. Sin embargo, al contrario de lo que suele ocurrir, el interés fue de nuevo decreciendo, volvieron los errores y el sonido sibilante, y nos pareció entenderlo todo: las seis piezas son muy difíciles, necesitan mucho tiempo y Biondi el día anterior estaba en Valencia dirigiendo una ópera con su grupo, Europa Galante . El milagro de la ‘Partita nº 2’ no es otro que ser la más famosa y la que más habrá tocado el violinista; pero las otras tienen la misma dificultad y necesitan la misma dedicación. Aunque lo mejor es ofrecer al público sólo las que se preparen a este nivel.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-03-13 01:21:00
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