La recensión de hoy es doble para resaltar que hayan aparecido, en dos de los sellos editoriales punteros, entre los más prestigiosos del país sin duda, sendas novelas de autores muy jóvenes de nuestra Comunidad, lo que es prueba de la salud literaria de la que disfrutamos y de la esperanza de continuidad en la tradición de grandes escritores de Castilla y León. Se trata de ‘Ropa tendida’ (Anagrama) de Óscar García Sierra y ‘Vallesordo’ (Libros del Asteroide) de Jonathan Arribas, completamente distintas entre sí, pero que muestran de manera palpable la nueva realidad de la España vaciada, en León y Zamora respectivamente. García Sierra se estrenó, en la misma editorial, hará unos dos años, con ‘Facendera’, un soplo de aire renovado al abordar la temática de una juventud sin esperanza, desquiciada y enganchada a los ansiolíticos, sumida en la precariedad laboral en el páramo industrial de su tierra tras la desaparición de la minería. La novela tenía un inicio rompedor y, en verdad, estimulante, si bien a este lector, luego, se le fue desinflando, debido quizá al exceso iterativo y a la ausencia de solidez expresiva. Claro que esto es simplemente una impresión personal, el libro fue muy jaleado en los suplementos nacionales, sobre todo en Babelia, y el actual ministro de Cultura, Ernest Urtasun, lo eligió como el mejor libro de 2022 en una de las típicas encuestas periodísticas de finales del año. ‘Ropa tendida’ complementa y amplía la visión de ‘Facendera’ y es un paso adelante, firme, en lo formal. El joven narrador leonés ha captado, mediante un costumbrismo realista muy apropiado, la atmósfera de desencanto y desaliento de los paisanos de la zona de La Robla (es natural de la localidad pedánea de Llanos de Alba) y La Pola de Gordón, prejubilados o echados al paro con el cierre de las minas. Una tristeza estructural consecuencia de la demolición en general, simbolizada por la voladura de las torres de refrigeración de la central térmica de la comarca. Ni siquiera se salva la capital de la provincia. Este es un fotograma de León, de buena mañana: «Viejines paseando a perros, viejines desfasados con el periódico y algún divorciado medio calvo con ropa chillona corriendo por la acera». Todos los hombres, abstraídos en el gotelé de la pared, derrotados, «resoplan y se arrastran por las mañanas». A las mujeres, que apechan con la recesión y ruina, tampoco les va mejor. Los hijos, desnortados, se abonan a ‘afters’ destartalados, con cuadrillas, de espídicos y calaveras, hasta arriba de farlopa. Podría deducirse, por lo anterior, que esta vez el quehacer narrativo de García Sierra se centra en una familia un tanto desestructurada, y así lo parece al principio. Y, sin embargo, tras dosificar muy bien la acción, la segunda parte constituye un volantazo argumental, que pone el foco en la relación entre la Juli y Jairo, antes Xairu, y coincide, me da la sensación, a diferencia de su novela precedente, con una mejora en la cohesión textual. En una de las entradas últimas de su diario, que figuran en la web ‘Tam Tam Press’, el escritor de Chozas de Arriba Avelino Fierro comentaba que su amigo y cómplice literario, el editor de Eolas Héctor Escobar, calificaba con su gracia habitual, no exenta de tino, la escritura de García Sierra como poligonera. Por el ambiente, tono, léxico habitual y en los diálogos aplicados a los personajes, con encaje fino, se me antoja una atribución certera. La prosa, con aire cinematográfico en algunos pasajes, es de avance envolvente, hace de la reiteración su marchamo, si bien la repetición de algunas escenas, a modo de ritornelo, sería a mi juicio prescindible para amojonar los saltos temporales, cuyo manejo, por otro lado, es excelente. Convincente también, por su parte, el debut del zamorano Arribas con ‘Vallesordo’, de factura más breve. Si el gran acierto de García Sierra es probablemente el ajuste de una lengua coloquial muy viva a la realidad desoladora del desmantelamiento industrial, con la subsiguiente depresión, de las cuencas mineras, el de Arribas es haber sabido adaptar la expresión a la voz narrativa, la de un chiquillo de doce años, que cursa quinto de primaria, en la Castilla rural de hace unos quince, hacia 2009. La elección del punto de vista nos retrotrae, naturalmente, a los personajes adolescentes de Miguel Delibes, en particular a Daniel el Mochuelo de ‘El camino’, pero las comparaciones son odiosas y las carga el diablo, además el agro castellano ha cambiado una barbaridad, inimaginable, en poco más de medio siglo. De hecho, la ilusión del protagonista, Nico, que vive en un pueblo cercano a la capital que bien pudiera ser Palacios del Pan, sin ninguna vocación campesina, cree por ejemplo que los tomates son tubérculos, es ser bailarín y triunfar en la tele, y cómo no acordarse en este caso de la emotiva película irlandesa ‘Billy Elliot’. Es el hijo único, asmático, frágil en muchos sentidos, diferente por su sensibilidad exacerbada, hiperestésica, de un matrimonio formado por un agricultor de secano y una trabajadora, siempre depre, «de los nervios», de una residencia de ancianos. La casa la sigue llevando, y sosteniéndola, una abuela viuda, cuyo vocabulario, modismos y giros léxicos son de lo más destacado de la prosa, salpicada de palabras en desuso, propias del lugar, que suenan, por añadidura, en contraste con el habla tan bien caracterizada del niño, de maravilla: achiperre, chinostra, mancar, cuzo, acochar o farraspa. Tiene mucho mérito que Arribas se meta en la piel del personaje principal y mantenga intenso el argumento con el cebo, relativo, del suspense de si con su ilusión va a pasar los ‘castings’ hasta llegar a la final de Fama Kids, «música y a bailar», el ‘reality’ que presentaba la inenarrable Paula Vázquez. En cierto modo -comparte con el ‘Lazarillo’, a tal efecto, el uso circunstancial de la segunda persona narrativa-, estamos ante una novela de formación, iniciática, desde una óptica homosexual, si bien no sé hasta qué punto se trata de autoficción, tan en boga. Aunque sus compañeros de pupitre veteranos lo llaman «marimari», su padre piensa que le falta un hervor y un colega labrador lo considera un «finolis», Nico, apoyándose en su perra Yesi y en sus amigos y compinches Telma e Izan, se sobrepone a la incomprensión escolar y doméstica. Destaquemos en los dos novelistas reseñados la capacidad de observación, la pasmosa facilidad de oído que determina su impresionante dominio de la oralidad, sobre todo al conseguir, adecuando el decoro lingüístico, el verismo de las conversaciones, su desparpajo e instinto a la hora de narrar y su originalidad en el panorama patrio. En ambos casos -como es lógico, Arribas no llega a los treinta años de edad y García Sierra acaba de sobrepasarlos- es manifiestamente perfectible el rigor estilístico y, para futuras obras al margen de lo mimético, pues están llamados a afrontar empresas de mayor calado, cabría pedirles más vuelo expresivo; no obstante, sus prometedores comienzos auguran las mejores expectativas para la narrativa regional.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-03-29 16:54:00
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