ABC.es

El vino, «motor de desarrollo rural»



Beber un buen vino, deleitarse con la rica gastronomía, sumergirse en la historia de siglos atrás, pasear, disfrutar de la experiencia… Lo que gira y mueve a un turismo muy especial, el enoturismo. Esa modalidad con los caldos como eje sobre el que gira y en la que Castilla y León ocupa un puesto especial. No en vano, con más de 81.000 hectáreas de viñedos, por encima de 600 bodegas, 16 Denominaciones de Origen (DO) y una Indicación Geográfica Protegida, se erige como toda una potencia enológica y también lo hace en esta actividad en auge, en la que se sitúa como líder. Uno de cada cinco enoturistas contabilizados en la última estadística oficial, la del Observatorio de Turismo de Rutas del Vino, pasaron por alguna de las nueve que surcan Castilla y León -la que más trazados certificados tiene- en torno a otras tantas figuras de calidad : Arlanza, Arribes, Bierzo, Cigales, Ribera del Duero, Rueda, Sierra de Francia, Toro y Zamora . Más de 607.000 viajeros movidos por la pasión por la enología, el 20,4 por ciento de los casi 2,98 millones que lo hicieron por las 37 de toda España -un 18 por ciento más que el año anterior-, lo que sitúa a la Comunidad como líder, con diferencia, de acuerdo a los datos que anualmente desde 2008 elabora Acevín (Asociación Española de Ciudades del Vino) y correspondientes a 2023 -último año cerrado-. Andalucía, con cerca de 440.000 enoturistas, y La Rioja, aproximándose a los 400.000, completan el pódium en un año en el que el sector volvió a pegar un estirón. En el caso de la Comunidad, con un alza por encima del 10 por ciento y superando así cifras prepandemia en el número de visitantes que acudieron a alguna de las bodegas o museos del vino con los que se anota la afluencia. Un sector, defienden, que todavía tiene mucho por ofrecer. «Es un motor de desarrollo del medio rural», coinciden desde las Rutas del Vino. Y, además, señalan también, con potencial de crecimiento como lo demuestran los datos , aupados por la demanda, año a año. «Es un empuje fuerte para los empresarios que están en los territorios vitivinícolas», apuntan, pues en torno a estos trazados se suman también actividades de ocio, alojamiento, bares, restaurantes, enotecas… Todos, con un denominador común: el vino. Ese sector de tradición centenaria que mueve una facturación de mil millones al año en Castilla y León, al que cada vez se suma con más fuerza el enoturismo. «Es un empuje social y económico», señalan desde la Ruta del Vino de Arlanza, una de las que surcan el territorio. En su afirmación coinciden sus ‘colegas’ de otras como Toro, Arribes o Sierra de Francia. El enoturismo «es uno de los principales motores económicos y sellos de identidad de nuestra Comunidad», valoran, conscientes de que si bien es cierto que «queda mucho margen para seguir creciendo», también de que «tenemos mucho trabajo hecho». Y es que, apuntan, ese alza ha llegado de la mano de un «cambio» en el perfil del enoturista. «Cada vez hay más demanda. Ya no se ve como algo sólo para expertos, sino como una experiencia de viaje diferente y, además, muy vinculada al mundo de la gastronomía», afirman desde las Rutas del Vino. De ahí que una de las claves que plantean para seguir ‘arañando’ sean las «experiencias». «Cada vez hay más interés. Hace poco el enoturismo les aparecía por casualidad, llegaban a un sitio, había una bodega, la visitaban… Ahora se busca esa actividad, hacer cosas relacionadas con el mundo del vino y que sean también nuevas», apuntan desde la Ruta en torno a la DO Toro, una localidad y una comarca «siempre unida al mundo del vino». «¡Producimos vino desde el siglo XV!», recalcan, satisfechos con el avance, pero también con cautela: «Hay que pensar en crecer sosteniblemente. No queremos morir de éxito. Hay posibilidades de crecer, pero que no se pierda la esencia, la atención personalizada, ofrecer esos lugares no masificados donde la gente pueda disfrutar y encontrar lo auténtico».«Aquí n o se van a encontrar grandes aglomeraciones, pero sí mucho que ver y una atención exquisita», resaltan desde el Cerrato Palentino, adentrados en las rutas del vino de Arlanza y Cigales. Ven en el enoturismo «una oportunidad más ligada a algo que ha sido muy tradicional como el cultivo de la vid, la elaboración del vino en las bodegas que salpican todos los pueblos». Ese «legado importantísimo», incluso con barrios declarados de interés cultural -en Torquemada y en Baltanás- que quieren mostrar al visitante. Para atraer a ese potencial añadido al mundo del vino, una amplia carta de actividades que van desde la visita a la bodega con su cata -algo común en todas ellas- a talleres con cócteles de vino, comer en la propia bodega con posibilidad de distintos menús, paseos entre viñedos o hacer yoga entre viñas. «Hay maneras de crecer y de imaginar», confían. «Las bodegas tenemos que ser más competitivas y crear nuevas experiencias», asienten desde Rueda, donde también han notado el crecimiento en los últimos tiempos, tanto de turistas como de actividades que se demandan. «El hilo conductor es el vino, pero envuelve otras muchas cosas», resaltan de lo que tienen claro: «Es otra fuente de ingresos para la región y para el mundo rural». Llegar, ver las bodegas, saber cómo se elabora el vino , ver esas vides de las que salen las uvas que luego maduran en las barricas… es también una manera de «fidelizar» clientes y de que esos enoturistas se conviertan en «embajadores de nuestra tierra». «Es la mejor promoción, el mejor marketing que podemos hacer. Pero no solamente para nuestros vinos, sino para todo lo que envuelve el enoturismo: historia, cultura, gastronomía…», subrayan desde Rueda, la ‘reina’ de los blancos, que como sus ‘hermanas’ destaca que esta actividad es «otra fuente de ingresos para la región, para el mundo rural». No en vano, comentan, la mayoría se encuentran en pueblos, allí donde se asientan las vides y profundizan las bodegas. « ‘Ahora entiendo el por qué de todo, por qué vuestro producto es así’», la respuesta que reciben con satisfacción de Pago de Carraovejas, una de las bodegas que desde hace años tienen en el enoturismo otra de sus fuentes de actividad. Enclavada en plena Ribera del Duero, para ellos «dar a conocer nuestra filosofía, la manera de trabajar» es clave y lo que permite esa forma de abrir las puertas a los clientes, a los que también se «fideliza». Incluso, para volver. «Sorprende mucho que hay gente que repite ¡cinco veces!», destacan.Con nivel adquisitivoY son clientes, coinciden en las Rutas del Vino, «cada vez más jóvenes». Dejando a un lado ese perfil del experto que antes dominaba en este campo. De entre 35 y 60 años en su mayoría y con «un nivel adquisitivo medio-alto» que dejan en cada visita un gasto diario elevado, valoran desde el sector. Hasta 400 euros por persona y jornada, con una media de 200, según Acevin, que en el último observatorio cifró por encima de los 102 millones de euros el impacto económico del conjunto de rutas del vino de España. «Es alguien interesado» en el mundo de vino, todo lo que hay a su alrededor, el patrimonio… «y que gasta», destacan. «Turista disfrutón», valoran desde la Ruta del Vino de Ribera del Duero, pues son gentes que «viene tranquilamente a comer, visitar un par de bodegas, dar una vuelta por los pueblos…». Por eso, desde la que es una de las más grandes de las rutas del vino de Castilla y León -y la que más enoturistas recibe, con más de 368.000, según el último informe, más de seis de cada diez de todos los que se sumaron a esta actividad en la Comunidad-, consideran el enoturismo «un motor muy importante porque nos ayuda también a asentar población, un motor económico a lo largo de todo el año», aunque los fines de semana o ‘puentes’ siguen siendo las fechas más demandadas, y hay meses preferidos. También con diferencias en el amplio catálogo que en una territorio tan extenso y de orografía tan diversa que ofrecen las rutas. En Arribes triunfa enero; en Rueda, abril es el mes con mayor tirón; mientras que en Arlanza, Bierzo y Ribera del Duero lo es agosto; quienes acuden a Cigales se decantan más por hacerlo en septiembre y para Toro, octubre es su temporada estrella. Y e ntre quienes llegan, dominio de los nacionales, pero también cada vez más extranjeros que quieren conocer en el propio lugar toda la cultura que se mueve en torno al vino. Hay dos rutas que sobresalen, Bierzo, con más de una quinta parte de foráneos entre sus visitantes, y Zamora, donde superan un tercio del total. Franceses y holandeses, a quienes más les atrae Rueda. También los hay llegados de más lejos. «Cada vez nos visita más gente de otros países», señalan en Pago de Carraovejas, que tienen entre sus clientes de fuera sobre todo los procedentes de México. «Raro es la bodega que no abre sus puertas», apuntan desde Ribera, que ven cómo cada vez se «va profesionalizando» y ampliando la oferta en torno a una actividad que hace unos años casi se limitaba a barricas y botellas. Del creciente tirón da muestra también que la cita bienal FINE, especializada en el sector, que congregó en Valladolid en su última edición en la Feria a profesionales del sector de 26 países, y subiendo.



Source link : https://www.abc.es/espana/castilla-leon/vino-motor-desarrollo-rural-20250424085454-nt.html

Author : (abc)

Publish date : 2025-04-24 06:54:00

Copyright for syndicated content belongs to the linked Source.

Tags : ABC.es