En este final de curso la Fundación Pública Andaluza Barenboim-Said nos ofrece su concierto de despedida con una selección de los jóvenes músicos que componen la Academia de Estudios Orquestales , esta vez organizados en torno a una forma musical plenamente romántica, caso del quinteto con piano, con una muestra de dos afamadas obras, la de Dvořák y la de Schumann, con diez jóvenes, que se encargarían de dar vida a ambos quintetos. En tan sólo dos semanas compuso Dvořák el ‘Quintteto con piano en La mayor, op. 81 , obra llena de energía, del característico melodismo checo y una rítmica viva, vinculada como siempre al foclore ( ‘Dumka’ ), a pesar de la lentitud del tiempo elegido. Ya en el primer tiempo nos maravillaron los chavales, desde esa inicial y aterciopelada entrada del chelo de Iván Galindo , de sonido cálido, pastoso y hondo, llegándole luego el turno a la violín I (Lucía Sánchez), de sonido prístino y afinación precisa. Dvořák tocaba la viola en la orquesta de Karel Komzák , así que no es de extrañar que saque al instrumento del anonimato, y aquí en su lugar lo hizo Irene Caldas , entonando el segundo tema con un cantable enternecedor, que desarollarían luego ambos violines, lo que nos da pie para hablar del trabajo de la violín II, Paula Cañete , conjuntada minuciosamente con su compañera. Comentemos el gran trabajo realizado durante todo el quinteto por el pianista Juan A. Flores , empezando en esta ‘Dumka’, que luego fue completando con diversas intervenciones, como el vivo ‘Scherzo’ o el ‘Finale’, y en todos iba respondiendo a los requerimientos técnicos y expresivos necesarios. A la composición de los tres ‘Cuartetos de cuerda’ op. 41 Schumann siguió la terminación del Quinteto para piano y cuerdas en Mi bemol mayor op. 44 , dedicado a Clara , que Mendelssohn estrenó en casa de unos amigos, aunque el estreno público lo haría en 1843 en Leipzig ; más tarde los interpretaría en Dresde , tras la reconciliación con su padre, quien invitó a algunos amigos, entre ellos Wagner , a quien gustó mucho, hasta el punto de pedir a Clara que lo repitiera. De hecho, el cuarteto con piano quedó como una forma emblemática del romanticismo musical y un modelo para compositores posteriores, como el de Dvořák. También aquí el violonchelo ( Ortega ) abría -casi- la obra, al entonar el segundo tema, que en cada repetición iba mejorando su exposición, nos parece que por problemas de digitación. El tema tiene como un eco, una respuesta, encabalgada (la última nota del primero se superpone a la primera nota del segundo), y aquí Giornetti , viola, debía redondear un sonido algo abierto e inseguro. Por su parte, el pianista Noé Pérez es un joven alto, y aún así había subido la banqueta del piano, con lo que los brazos le quedaban casi estirados, cuando lo habitual es que el codo forme un ángulo recto. Esta posición de los brazos (cada pianista en mayor o menor ángulo) sirve para mandar mayor fuerza desde el hombro; pero dada su altura no parecía necesario, sobre todo si continuamente recurría a la sordina. Otra cosa que nos llamó la atención es la costumbre de expresar las frase como en un ‘sforzando’, acentuando mucho la primera nota y oscureciendo las demás. Por lo demás, nos pareció un excelente pianista, con unos dedos que le permiten tocar cualquier tipo de repertorio. Gran vigor y sincronía por parte de los dos violines, que parecían aportar a su quinteto una vitalidad especial. Y al final, foto de familia.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-06-17 23:27:00
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