De entre las varias orquestas juveniles que tenemos en Sevilla y Andalucía, de vez en cuando nos sorprende un/a joven con unas cualidades que sobrepasan las propias de su edad y de sus compañeros generacionales. Y aunque hemos dicho en diferentes ocasiones que la calidad de estas formaciones nos anima cada vez más, sobre todo la OJA y la Barenboim-Said, parece que entre sus filas habitan auténticos leones esperando su oportunidad. Mª Auxiliadora Bozada Waflar es sin duda una de estas estrellas, que encadena sus brillantes cualidades con la necesidad de enfrentarse a una obra a la altura de las mismas: en las ‘Variaciones sobre un tema Rococó, Op. 33’ de Chaikovski , debemos sobreentender que cada nueva ‘diferencia’ se asemeja a una tremenda vuelta de tuerca que va extremando sus exigencias. Aunque parezca exagerado, apenas dadas sus primeras notas ya anticipaban que cada compás sería una alegría, una dicha, espoleada por las renovadas dificultades. Como siempre, nunca sabremos dónde empieza la magia : sin duda, un poderosísimo instrumento, de colores opacos -pero en absoluto apagados- nos conducían a una interpretación seria, honda, profunda, impropia de tanta juventud; pero podía deberse igualmente al apretado arco, que navegaba con firmeza y seguridad por el continuo y muy diverso oleaje que planteaba la velocidad de la música y la disposición de las crestas cordales. La calidad de estas, la resina… Pero motor y carrocería aerodinámica no ganan la carrera sin un piloto que controla al detalle tanto la técnica de la rapidez (última variación, una escala cromática descendente en el final de la V; o en la que se oyen las notas muy definidas sobre un ‘glissando’ rapidísimo; cuando no armónicos que van más allá del batedor…) como la pasión por la expresividad (la III o la VI, claramente), todo por exteriorizar lo que el papel esconde (aunque esto es sólo una imagen, ya que Bozada tocó de memoria). Pero hemos de puntualizar que sucedió lo que ya ocurre en las orquestas profesionales: aunque sean excelentes músicos, la segunda parte abordaba una obra muy difícil , con una orquesta enorme y donde se acumulan las texturas; y ya solo poner orden en todo aquello tiene su mérito. No se olvide además que como estudiantes que son les ha coincidido -o todavía converge- el final de curso, lo que viene a acentuar la falta de tiempo. La verdad es que orquestalmente las ‘Variaciones’ estaban vistas un poco por encima, y así los solistas de la madera (no sólo sus miembros algo ‘destemplados’) no encontraban un mismo tono, sino que además su pujante sonido amplificaba los defectos de afinación, y a veces la trompa podía participar de cierta inseguridad al inicio de motivos o frases, a pesar de su buen sonido de conjunto. Pensamos que era el director quienes tenía que haber aminorado su volumen. La obra que los absorbió tanto fue la ‘Sinfonía Fausto’ S. 108 de Liszt , que puso a prueba constantemente a la orquesta, aunque la pieza recurre con frecuencia a los unísonos y a los diálogos contrastantes entre violines y/o cuerda media-baja y los potentes metales. Digamos que estos no decayeron en ningún momento, si bien es verdad que ‘jugaban en casa’, es decir, en un tono fanfárrico predominantemente en ‘forte’, que con sus jóvenes pulmones digamos que se podían sentir a gusto, mejor seguramente que en ‘piano’, donde resbalar es más fácil. Las texturas más reducidas, con tiempos menos marciales, camerísticos diríamos, las voces que se confundían más que conservaban la claridad de los contrapuntos destacaron en su contra. Hemos de decir que las referidas maderas tuvieron momentos más felices que con Chaikovsk i -y aquí sobresalimos a la oboíst a- y como conjunto nos quedaríamos con el cálido inicio del segundo movimiento (Gretchen). Este movimiento conoció un trío de violines muy interesante, y eso que los violines apenas tuvieron momentos de claridad expositiva, si bien la dificultad intrínseca de la obra es otro factor que puede explicar todo esto. Ya sabemos que Liszt va y viene, aunque en esta obra la presencia de un tenor y un coro obliga a un final gozoso. La presencia del tenor Pepe Hannan se quedó en una voz con un apoyo básico y un vibrato generoso en su desarrollo del Eterno femenino. La presencia del coro masculino maestrante , por el contrario, a pesar de que no predominan los jóvenes, dieron una lección de canto notable, gracias por su imponente vos de conjunto, su claridad y su expresividad.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-06-25 00:12:00
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