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Otra excelente recuperanción de García ‘donde madura el limonero’



Uno de los atractivos de este Festival de Ópera es aunar títulos conocidos del género como reflotar otras muy interesantes, desconocidos en España, y a la vez recurrir a espacios verdaderamente únicos, tanto por su posible inspiración histórica en algunas de la óperas o por servir de cuna y formación de autores como Manuel García. En ello se lleva ya unos años colaborando con el ciclo de las óperas ofrecidas en las casas palacio de Sevilla, que revive en espacios únicos sevillanos óperas del gran catálogo de títulos que cuentan con la ciudad como participante. En esta ocasión, esta obra de García se representará en el Palacio de las Dueñas, Casa de Salinas y Hospital de la Caridad, destacados palacios sevillanos, con los que se quiere recuperar su presencia viva en la ciudad y que además servirá para visibilizar obras tan poco conocidas como esta de sevillano tan ilustre. Las dos piezas recuperadas han supuesto un gran esfuerzo, seguramente no proporcional a su coste, ya que ha primado más la imaginación que el derroche . El patio principal del palacio de la Dueñas acogía esta función, envuelto en una sugerente iluminación y humedecida por la lluvia. ‘A priori’ podría pensarse que es imposible hacer ópera así, ya que el interior está completamente ajardinado, dejando el peristilo porticado como única posibilidad. A cambio, ofrece una acústica envidiable. Ello conlleva la alegría de oír las voces sin amplificar, además de los instrumentos. ¿Pero quien puede asumir este reto? Pues un especialista en escenificaciones complicadas como Emiliano Suárez creador del concepto Ópera Garage , que asignó al cuarteto de cuerda y al piano una esquina y una arcada a cada miembro del cuarteto vocal. Y podrá pensarse que no hubo movimiento escénico. Pues hubo el suficiente, tal vez porque Suárez supo dirigir a los cantantes como actores y viceversa; luego, porque planteó la historia primero recreando la figura de García y sus hijos y luego los embutió en una historia teatral que ellos debían representar cantando. Milagroso fue el paso actoral de unos hijos un tanto egocéntricos y de miras cortas, para luego convertirlos en los personajes de la historia que nos contaban, puede que debida al mismo García. Aquí es donde no sabemos si el mérito es porque todos son excelentes actores o tal vez porque ha sido Suárez quien los ha aleccionado convenientemente. Si es esto último, los chicos aprenden rápido, porque por lo visto han tenido poco tiempo para ensayar. Gerardo Bullón es un barítono madrileño de excelente voz, tanto para el teatro como para la ópera, si bien en este último campo nos pareció que usaba su excelente registro de una forma muy natural, sometiendo al zona más grave a una impostación más visible, pero distendida y nada encorsetada. Fue un gran Manuel García. Juana Ruiz-García fue hija del tenor sevillano y de su primera mujer, Manuela. Era el personaje que asumió Carolina Moncada , soprano, especialista en zarzuela y repertorio español, y que desde el punto de vista de la representación sufrió cambios más notables, desde un personaje de criada desmelenada, de maneras toscas y soeces, de dicción oscura, hasta el contraste con su canto vivaz, elegante, muy pulido y rico en matices. Muy bien la María Malibrán que encarnó Ruth Terán , lleno de suficiencia y ‘chulería’, para luego entrar en la piel de Bernarda, la modosita joven casadera de Rossini y García, con igual desparpajo. Como la precuela de ‘Quien porfía…» se hacía en clave de cabaret sobre los personajes de la ‘commedia dell’arte’, a Terán le tocó un corpiño artístico, como los de las chicas del circo o del cabaret, que veremos si no le cuesta una pulmonía para las dos representaciones que le quedan (Casa Salinas, Hospital de la Caridad), ya que la noche fue refrescando y la humedad la aportaban no sólo los regados jardines, sino una lluvia que casi no paró hasta que terminó la función. Su juventud le permite afrontar este difícil rol de corte nuevamente mozartiano, con notas sobreagudas, a las que llegaba a veces mediante rapidísimas escalas o bien esos arpegiados con notas también agudas, pero bien apoyadas , como las del aria de la reina de la noche, aunque aquí no tuviera que alcanzar esas notas estratosféricas, pero sí muy arriesgadas. Muy buen Manuel Patricio García firmó Pancho Corujo desde el punto de vista actoral, aunque quizá fuese la suya la voz más irregular desde el punto de vista del canto, de color más inestable, aunque de una claridad de dicción total. Rubén Sánchez Vieco tuvo un papel destacado tanto como pianista o director musical, ya que ha debido ser difícil sincronizar a todos, dada la alineación horizontal de los artistas, que hacía muy difícil que se pudieran oír entre sí. Extraordinario también el cuarteto de cuerdas Palatín , por su claridad, calidez, conjunción y compacidad, que aprovecharon la buena acústica para no sentirse ‘arrinconados’ (sólo lo estuvieron físicamente) y ofrecernos así una música brillante. Razón de más para seguir pidiendo cámaras y/o discos, y que se pueda ir recopilando todo el legado del músico sevillano.



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Author : (abc)

Publish date : 2025-09-29 00:21:00

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