El informe de la Comisión de Investigación de Accidentes Marítimos (Ciaim) sobre lo que pasó la madrugada del 15 de febrero de 2022 en aguas de Terranova no deja lugar a dudas. En un documento «más rotundo si cabe que el borrador» , como se encargaron de señalar este jueves las familias de las víctimas, los peritos ponen negro sobre blanco todas las imprudencias por las que el patrón Juan Padín y el armador del buque, del grupo Nores, deberán responder ante la justicia. Veintiún hombres, doce de los cuales no pudieron ser rescatados del mar, perdieron la vida en un accidente en el que las imprudencias, según relata el informe, se encadenaron. A lo largo de casi doscientas páginas, los redactores el exhaustivo texto detallan los condicionantes del hundimiento del Villa de Pitanxo, un barco pesquero en el que, para empezar, existía una sobrecarga evidente que no ayudó en nada en el momento en el que la nave empezó a escorar. Pero la tragedia empezó a escribirse, según se deriva de las indagaciones de los peritos, mucho antes de que el Pitanxo partiese de puerto. El documento afirma que en el buque se cargaron unos pesos que excedían los valores recogidos en el libro de estabilidad para las artes de pesca y el combustible , una parte del cual era cargada en tanques que no figuraban en el proyecto del buque y que fueron añadidos, «sin que de ello conste autorización». Y ya en este preámbulo, la Ciaim empieza a señalar directamente a Padín y a Nores: «Si el buque pudo operar sobrecargado fue porque ni el capitán ni el armador lo controlaron», explicita. La crítica concuerda, recogen las pesquisas, «con las declaraciones de varios tripulantes que navegaron en mareas anteriores en el buque, que indicaron que el barco estaba normalmente sobrecargado». A esto se suma que los trajes de supervivencia que iban a bordo del buque, y que fueron claves a la hora de lanzarse al mar y soportar las bajas temperaturas del agua, no habían sido revisados nunca. El dato no lo pasaron por alto las familias de los fallecidos, que ayer, a través de su portavoz María José do Pazo, lamentaron que el informe «habla de datos espeluznantes, como que hacía veinte años que no se revisaban los trajes de supervivencia». En lo tocante a las medidas de seguridad también fallaron las dos balsas salvavidas que llevaba el Villa de Pitanxo, y en las que no se encontraron ni las ayudas térmicas obligatorias, ni las raciones de comida y agua, ni los sacos donde debían ir estibados estos elementos. Pero las conclusiones de la comisión dependiente del Ministerio de Transportes van incluso más allá y ponen el acento en que, una vez zarpó el Pitanxo, las negligencias se fueron agudizando. Sobre las razones ciertas del naufragio, que fue cuestión de minutos, indican que el Villa de Pitanxo se hundió por la «inundación progresiva e incontrolada de sus espacios interiores durante la virada del arte en un fuerte temporal» . Sobre estos momentos críticos, el documento reprocha que no se tomaron medidas ante la posibilidad de tener que realizar una virada en condiciones meteorológicas muy adversas, como asegurar el cierre de todas las aberturas del casco y las puertas estancas o comprobar el buen funcionamiento de los medios de achique. Otro de los motivos fue la valoración insuficiente o inadecuada por el capitán de la situación en la que se encontraba el buque en la última fase de la maniobra. En este punto, la comisión vuelve a cargar las tintas sobre Padín, investigado por los veintiún homicidios. Así, explica que ante el temporal y la escora del barco, «Padín reanudó la navegación a 3,5 nudos, lo que hizo empeorar la situación a bordo, por lo que tan solo diez minutos después ordenó cambiar de rumbo». Una situación que resultó «insuficiente» porque la inundación continuó y la escora del pesquero siguió aumentando, lo que finalmente produjo una parada del motor. A partir de ese momento, la suerte estaba echada. El resumen de los peritos es tan rotundo como demoledor. «Cuando se ordenó el abandono del buque —suscriben— no había tiempo material para un abandono ordenado . De los marineros que embarcaron en la balsa, sólo dos llevaban el traje de inmersión: el capitán, que lo tenía en el puente de mando, y un marinero que fue a su camarote a cogerlo y se lo puso en el comedor; ese marinero apenas tuvo tiempo de embarcar y tuvo que ser recogido del agua con el buque ya hundido», incorporan sus conclusiones finales. También se sabe que los dos únicos tripulantes fallecidos cuyos cuerpos se encontraron con el traje de inmersión no llegaron a subirse a las balsas . Sólo los tripulantes que no fueron a sus camarotes a recoger y ponerse el traje de inmersión tuvieron tiempo suficiente de embarcar; y la mayoría de ellos fallecieron por hipotermia. «En definitiva —remarcan— cuando se ordenó el abandono, las probabilidades de salvarse eran muy reducidas». Conocedores de esta realidad, los familiares se quejaron de «independientemente de la negligencia del patrón, si por lo menos se hubiese mandado evacuar antes, muchos de los familiares que faltan estarían con nosotros». Y añaden, cargados de esperanza de cara a un juicio futuro: «La verdad tiene solo un camino y este informe es el más rotundo y a su vez ratifica el testimonio de Samuel Kwesi».
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Author : (abc)
Publish date : 2025-10-23 17:14:00
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