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Juan Jesús Rodríguez: emoción, inmersión, expresión



El tercer y último concierto de este pequeño ciclo llamado ‘Embajadores de la Navidad’ llegaba a su fin, tras las actuaciones de Ainhoa Arteta , Ismael Jordi y ahora Juan Jesús Rodríguez . El título le viene por la sala de Embajadores, acaso la más hermosa y sorprendente del Alcázar, si bien ya sabemos que la belleza plástica puede no coincidir con la acústica: aquí la voz de Rodríguez lo llenaba todo, pero el piano sin embargo -ya lo advertimos en Jordi- quedaba un poco más turbio, máxime cuando nos pareció que Gifford fue generoso con el pedal. Nos ha llamado esta vez la atención el hecho de que tras los llenos anteriores, y siendo las entradas por invitación (gratis), de las 170 sillas colocadas para este ciclo hayan quedado 30 localidades libres: se trataba de oír a uno de los barítonos verdianos más importantes del mundo . Al cantante de Cartaya (Huelva) no lo veíamos desde que expresó su sentir de que no se contara con él más en el Teatro de la Maestranza. Y ya se sabe que aquí el que se mueve no sale en la foto. Qué pena. Nosotros no nos lo perdimos: oírle en vivo ‘O Carlo ascolta’ de ‘Don Carlo’ o ‘Eri tu che macchiavi’ de ‘Un ballo in maschera’, ambas de Verdi, ha sido no sólo un placer inenarrable, sino que ha despertado las ganas de oírlo en uno de estos grandes roles a sus 56 años, cuando creemos que se encuentra en un momento cenital, lleno de madurez interpretativa y con un registro que desborda fuerza por doquier . Aquí seguimos prefiriendo nombres largos con muchas consonantes seguidas, signo de gran valía, por lo visto. Había empezado el recital con gran fuerza para afrontar tres bellísimos ejemplos de canción napolitana , como si con tal nivel expresivo quisiera reivindicar un género a veces denostado o, cuando menos, relegado a la propina tras un recital. ‘Parlami d’amore Mariù’ de Bixio fue la primera canción en elevarse con una entonación esplendorosa, exultante, con largas notas que apuraban el fraseo, y una expresión que engrandecía el género, pareciendo que le fuera la vida en esos amores de Mariù. Y qué decir de ‘L’ultima canzone’ (Tosti) , que hace poco le oíamos también al tenor Anduaga . Ya desde la introducción ese cambio violento a modo menor daba la impresión de que el canto se rompe como el amor perdido por el joven que verá casarse a su amada al día siguiente. Hay que saber expresarlo sin caer en la pataleta. O ‘Non ti scordar di me’ (Ernesto de Curtis) . Cómo nos vamos a olvidar de la pasión por el amor perdido que también quiso retener en este canción De Curtis, aquella que consagrara Mario Lanza . Aquí Rodríguez la condujo desde la delicadeza inicial hasta el clímax de la desesperación. Nuevos agudos finales para refrendar otro amor extraviado. Para nosotros el plato fuerte era Verdi, claro, aunque no estuvo nada mal el ‘calentamiento’. En una ópera imaginamos que el cantante va dándole forma para entrar en su personaje durante las diferentes intervenciones; en un recital, en cambio, dispone solo un momento para parar antes meterse en el rol: ‘Son io mio Carlo… Per me giunto… O Carlo ascolta’ (‘Don Carlo’) , por ejemplo. Cada uno de los tres escalones supone descubrir un aspecto distinto del personaje y representarlo vocalmente. El barítono verdiano consigue ir quitándose las distintas capas para despojarse de cualquier máscara, y ahí está la razón de que estén en la cumbre de su cuerda y de la expresión musical. El modelo más conocido quizá sea el ‘Cortigiani’ de ‘Rigoletto’, pero ‘Alzati… Eri tu che macchiavi’ (‘Un ballo in maschera’) sabe focalizar los pensamientos de Renato en los que termina desviando la supuesta culpabilidad de su esposa a Riccardo, momento meditativo precedido de un solitario violonchelo (escena verdiana que nos recuerda a la del rey Felipe de ‘Don Carlo’). Y nos parece -es solo una impresión-, que hay algo de canción napolitana en ‘Eri tu che macchiavi’ (sabemos de un primer concurso de canciones napolitanas celebrado en 1830, lo que indica que pertenecían a su folklore desde antes). Renato ha cambiado de objetivo, y ahora será al rey a quien matará por una falsa sospecha. Sentimos en las arias de ambas óperas como si estuviesen escenificadas, que tal era la absorción del personaje por el barítono de Cartaya. Emoción, inmersión, expresión . La segunda parte estuvo dedicada a la lírica española, con ‘Los cantos alegres de los zagales’ (‘La del Soto del Parral’) de Soutullo y Vert, ‘Luche la fe por el triunfo’ de ‘Luisa Fernanda’ y ‘Amor, vida de mi vida’ (‘Maravilla’) ,  ambas estas últimas de Moreno Torroba . Como si los amores de la zarzuela no necesitasen de una tensión con el voltaje de la ópera, estas romanzas nos permitieron admirar una voz más melódica, flexible, distendida y en la última de ellas, un magistral ‘crescendo’ que desembocó en un clímax apabullante. Por tal azoramiento puede que asociemos al cantante con sus roles desbordantes y, así, que también al público le costara un poco de trabajo cantar ‘Blanca Navidad’ (Irving Berlin) junto al barítono durante la parte del estribillo. Pero nos ayudó para ello la sonrisa que no había perdido el cantante durante todo el concierto… entre canción y aria, y viceversa.



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Author : (abc)

Publish date : 2025-12-19 00:39:00

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