La primera vez que se abordó el concepto de la dependencia del ejercicio fue a principios de la década de 1970. Inicialmente el fenómeno estaba considerado como una adicción positiva: dado que el ejercicio tenía beneficios físicos y psicológicos, la dependencia del ejercicio debería ser buena. Posteriormente, los investigadores identificaron casos de daño psicológico y físico debidos al ejercicio excesivo, especialmente en casos en los que las personas parecían practicarlo de manera compulsiva, casi como una obligación. Las primeras descripciones de este comportamiento se obtuvieron en estudios con muestras compuestas casi siempre por corredores. En paralelo, los investigadores detectaron que, en muchos casos, los pacientes diagnosticados con un trastorno alimentario también hacían ejercicio excesivo. Surgió una nueva etiqueta o denominación, la ‘anorexia basada en la actividad’ , y en torno a ella se publicó una cantidad relativamente grande de estudios demostrando el vínculo entre los trastornos alimentarios y el ejercicio excesivo. Sin embargo, toda esta investigación se enfocó en la observación de que ambos desórdenes solían aparecer de manera conjunta , pero se hizo pocos intentos por integrar la investigación sobre la dependencia del ejercicio dentro de estos estudios. Esta separación dio lugar a un cisma dentro de la literatura científica, con la posterior confusión sobre si las personas que mostraban dependencia del ejercicio eran ‘adictas’ o lo que estaba dando la cara eran diferentes aspectos derivados de un trastorno alimentario. De hecho, dentro de la investigación sobre estos últimos, ha habido un gran escepticismo sobre si la dependencia del ejercicio realmente existe independientemente de un trastorno alimentario, un argumento que, en menor medida, aún continúa. Un área en la que coincidían la mayoría de estos primeros estudios era la falta de consenso sobre la enfermedad en sí. No solo hubo una falta de acuerdo sobre la terminología, sino que hubo poco acuerdo sobre los posibles antecedentes de la afección, y mucho menos sobre su medición o diagnóstico. A finales de la década de 1980, los investigadores intentaron alinear ideas contrapuestas sobre la dependencia del ejercicio versus las manifestaciones de un trastorno alimentario proponiendo los conceptos de dependencia primaria y secundaria del ejercicio. La dependencia secundaria del ejercicio sería la que combina una dependencia del ejercicio en combinación con trastornos alimentarios, mientras que la dependencia primaria del ejercicio describe la dependencia del ejercicio junto con una alimentación normal o saludable (es decir, en ausencia de un trastorno alimentario). Sin embargo, todavía existe cierta controversia sobre la existencia de la dependencia primaria del ejercicio como un trastorno patológico, así como una clara falta de investigación sobre los factores de riesgo de la dependencia del ejercicio, su etiología y su tratamiento. De particular importancia para comprender la dependencia del ejercicio es la noción de daño como consecuencia del comportamiento excesivo. Al igual que con otras dependencias, un aspecto importante en el diagnóstico de la dependencia del ejercicio es que la conducta debe haber supuesto algún tipo de disfunción, ya sea psicosocial o física. A medida que la actividad física comienza a dominar el tiempo y otros recursos de una persona puede existir un impacto social , como su falta de compromiso con las relaciones sociales y/o de pareja, con el trabajo y las actividades recreativas. Aunque no existen investigaciones directas sobre la cantidad de ejercicio que realizan personas adictas al mismo, algunos estudios puntuales han encontrado personas que lo practican más de 3 horas al día y dedican una gran cantidad del tiempo restante a planificar el ejercicio que van a hacer o actividades relacionadas. La principal consecuencia de la gran cantidad de tiempo y energía necesaria para mantener semejante ritmo es una gran reducción de las interacciones sociales, a menos que esas interacciones sean relacionadas con el ejercicio. Los estudios han demostrado que cuanto más desean las mujeres alcanzar el ideal de delgadez, más ejercicio aeróbico realizan. Se han mostrado patrones similares en hombres que buscan cuerpos musculosos, pero en su caso la obsesión es con el entrenamiento de pesas y el uso de suplementos. Tenemos que considerar como negativa la adicción al ejercicio ante la aparición de una o varias de estas consecuencias: lesiones y/o dolor crónico, ansiedad, depresión y deterioro de la vida social. Las personas adictas continuarán haciendo ejercicio a pesar de una lesión deportiva, conflicto con su pareja, interferencia con el trabajo o falta de tiempo para otras actividades. Además, las personas adictas al ejercicio tienen más probabilidades de experimentar síntomas de abstinencia cuando no pueden hacer ejercicio. Por el contrario, los deportistas no adictos realizan niveles saludables de ejercicio para obtener recompensas extrínsecas (consideran que el ejercicio es importante pero no fundamental para sus vidas, y no sufren síntomas de abstinencia cuando no pueden hacer ejercicio).
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Author : (abc)
Publish date : 2024-09-11 07:04:05
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