Habría que empezar recordando que, aunque los aspavientos de la prensa sistémica nos hagan creer lo contrario, Estados Unidos y Rusia no han entablado todavía ninguna negociación de paz sobre la guerra de Ucrania. Vuelve otra vez a demostrarse que la intemperancia y facundia de Trump, ese Atila de la paz , sirven sobre todo para alimentar el fuego de las pasiones antagónicas que benefician a sus enemigos. Estados Unidos y Rusia sólo han iniciado contactos para restaurar un ‘diálogo’ que llevaba mucho tiempo roto. Para ello han acordado restablecer las relaciones diplomáticas, noticia en principio muy halagüeña; pues, salvo los belicistas frenéticos y sedientos de sangre, todos deberíamos celebrar que las dos principales potencias nucleares tengan abiertas vías de comunicación y entendimiento. Trump prometió a sus votantes que sacaría a Estados Unidos de una guerra que estaba vaciando las arcas públicas y que, lejos de debilitar a Rusia, la ha fortalecido económicamente, abriéndole mercados en Asia y África ante las sanciones con efecto bumerán impuestas por el gagaísmo bideniano (que sólo han servido para empobrecer a Europa). Y ahora se propone cumplir su promesa electoral, para alegría de sus votantes, cobrándose además el dineral que se han llevado crudo el títere Zelenski y sus mafias satélites. Este propósito tan plausible de acabar con una guerra que sólo ha servido para empobrecernos debería ser motivo de moderada satisfacción para cualquier persona que no tenga arrasadas las meninges con el napalm de la propaganda (otra cosa es que ese propósito se haga realidad, pues ya hemos explicado que a Rusia la mueven razones incomprensibles para el pragmatismo yanqui). Pasma que ‘progres’ y fachas (pero ya hemos explicado que ambas facciones son simbióticas) se hayan puesto como la niña del exorcista en cuanto se ha apuntado tímidamente la posibilidad de una resolución para tan odiosa guerra que, si se mantiene artificialmente mediante el envío de armamento, concluirá inevitablemente con una catástrofe nuclear. Rusia no va a ser derrotada por muchas armas que se envíen a Ucrania (si se viese desesperada, haría lo mismo que Sansón hizo con los filisteos); y la prolongación de la guerra no hará sino empeorar la situación. Desde luego, las declaraciones del bocazas Trump no ayudan a mantener la calma; pero, aunque estentóreas y chulescas, son fundamentalmente ciertas, en especial las acusaciones que lanza contra Zelenski, salvo aquella que le atribuye la responsabilidad de «haber comenzado» la guerra contra Rusia. La guerra la inició Estados Unidos en 2014, mediante la operación de falsa bandera de Maidán, y Zelenski –como antes Poroshenko– no han sido sino títeres (aunque hayan aprovechado la coyuntura para hacer perrerías a la población rusa del Donbass) a las órdenes del tío Sam, que ha empleado a los ucranianos como carnaza de sus intereses geoestratégicos. Entretanto, la patulea al frente del pudridero europeo (con Francia y Alemania el frente), aparte de permitir el incumplimiento de los pactos de Minsk, ha tragado sin rechistar los sapos más indigestos, desde el encarecimiento de los alimentos básicos hasta la voladura del gaseoducto Nord Stream, por citar sólo un par de fechorías perpetradas o permitidas por el tío Sam. Es normal que Trump no conceda protagonismo a los títeres, pues unas negociaciones de paz no son un teatro de guiñol. Y ahora resulta que la patulea al frente del pudridero europeo, que ha tragado los sapos más indigestos, se pone estupenda cuando Trump anuncia su propósito de acabar con la guerra en Ucrania y lo acusa, además, de lanzar un «ataque frontal» contra los «valores occidentales». ¿A qué valores se refieren? ¿Al sopicaldo penevulvar, tal vez? ¿Al hundimiento demográfico? ¿A la religión climática? ¿A la sumisión a las invasiones bárbaras? ¿A los concursos de Eurovisión? El pudridero europeo ha renegado de todos los ‘valores’ (aceptemos esta palabreja inane) que fundaron su civilización, para después prohibirlos. Por lo demás, si los capataces del pudridero europeo deseaban tener presencia en esas anunciadas negociaciones de paz, les habría bastado con advertir a Trump que, si los excluía, las tropas americanas tendrían que abandonar de inmediato las bases militares que se hallan en territorio europeo. Todas las colonias del pudridero europeo cargan con esta servidumbre (prueba evidente de su condición colonial) que, en esta coyuntura, habría podido erigirse en magnífica moneda de cambio ante el ninguneo de Trump. Pero la patulea del pudridero europeo nada ha dicho de las bases, prueba inequívoca de que sólo son siervos que reclaman un poco de casito. Ocurre, sin embargo, que el amo ya no los quiere; son como esa criada a la que el señorito, una vez hollados todos sus orificios, echa de casa, porque se ha puesto fondona y celulítica. Así que la pataleta de estas criadas rechazadas la vamos a pagar en nuestras sufridas costillas el pueblo sometido, mediante exacciones brutales («flexibilidad fiscal», en la jerga cínica de estos chupasangres) que se destinarán… a la compra de armamento en gran parte procedente del complejo industrial-militar estadounidense. No se me ocurre forma más eficaz de profundizar en la irrelevancia y la humillación. Nos van a expoliar salvajemente para que la juventud ucraniana siga muriendo despedazada por las bombas, en defensa del sopicaldo penevulvar, la religión climática, las invasiones bárbaras y los concursos de Eurovisión . El destino del pudridero europeo es el vertedero de la Historia.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-02-21 18:35:00
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