En la época renacentista, la moda de disfrutar de una sala de juegos privada en los aledaños de las casas ilustres pegó fuerte entre la aristocracia europea. En España, el clima mediterráneo hizo casi indispensable convertir estas galerías en refugio del sol del verano y las lluvias del invierno. Así, estas zonas de descanso acabaron por tomar forma de bóvedas. Mientras, la diversión corría por los juegos de agua, la creatividad de los dibujos de las columnas, por las formas de las estatuas y de las esculturas ubicadas alrededor de la sala, por las paredes cuidadosamente pintadas con flores, dioses