El 30 de septiembre de 2014, poco más de dos meses después de que Jordi Pujol confesase tener dinero en el extranjero sin declarar, la estatua con su efigie en el municipio de Premià de Dalt (Barcelona) aparecía tirada por los suelos, un acto vandálico que venía a simbolizar el repudio ciudadano contra su persona, en ese momento generalizado en Cataluña. Un oprobio que ahora, en la etapa final de su vida, y coincidiendo con el inicio del juicio contra él y su familia, ha mutado, al menos en la Cataluña oficial, en una parcial rehabilitación de su figura, impulsada