Después de 33 años oíamos una ópera de Gluck -acaso la más conocida- en el teatro maestrante , una tragedia con final feliz, aquel 'lieto fine' que se 'exigía' en su época. La forma de contarlo volvía a los recursos más básicos y a la ocurrencia insistente como único hilo conductor. El graderío de un teatro fingido sirvió para que compartiéramos desde el hemiciclo real una escena de Eurípides , finalizando en una ruidosa escena relacionada con la tempestad que sufren Ifigenia y las demás sacerdotisas. En el escándalo Thoas ( Damián del Castillo ), jefe de los escitas, aprovecha