Cerca de las nueve de la noche apareció Gordito, con sus hondas hechuras, con ese son de esperanza. Pronto lo vio Pablo Aguado y aprovechó su turno de quites. Tres verónicas como tres soles, con una tercera que conectaba la Malagueta con la Maestranza, donde moría esa media que pedía más pinceles que escritura. De oooole. A cámara superlenta. Fue la cima artística de una tarde en la que Fortes cortó una oreja y a Diego Urdiales se la negaron. Solo el malagueño, el torero del compromiso y la ética, de la entrega sin límites, tocaría pelo en ese quinto