Los gestores de empresas, los de verdad y no esos políticos blanditos disfrazados de vedettes corporativas, saben que en el control de calidad no preocupa el producto sino el proceso . Cuando el proceso es correcto, entonces el producto está garantizado. Con la integridad y la decencia sucede lo mismo: garantiza la credibilidad. En esta España sanchista, hiperbólica, de Koldos, Ábalos, el apagón y otras chicas del montón ocurre que los procesos han degenerado, unas veces por acción y otras por omisión, y el producto final es un churro. La luz se apaga; las telecomunicaciones, con el 5G a la