La mujer del bajo siempre saludaba, apacible y reservada, como cualquier vecino que quiera pasar desapercibido en mitad de una urbanización con piscina común en Arroyomolinos. Pero la realidad es que detrás de su casa, que mantenía alquilada desde hace seis años, se abría paso un laboratorio clandestino destinado a procesar grandes cantidades de cocaína , con garrafas de etanol, precursores, sustancias de corte y demás parafernalia para tan oscura labor. La droga, a cargo de una red familiar colombiana, era distribuida después a los clanes que manejan el tráfico en Plasencia, Jaén, Ciudad Real, Murcia o Madrid. Hasta que