Escribió Shakespeare que el amor y la muda sencillez hablan más en menos palabras. Y podría pensarse que se refería al quebranto callado y humilde de la Virgen de la Amargura, de mirada huidiza y expresión maternal. Pero el dramaturgo inglés nunca vio a la Amargura en la calle. No estuvieron en el mismo lugar ni fueron coetáneos en el tiempo, un tiempo que, visto así, se antoja difuso, ya que pareciera que la dolorosa de San Juan de la Palma llevase una eternidad en su templo. Se cumplen trescientos años desde que la hermandad recaló en la feligresía, nada